¿Quién soy?. Estudio Corazza para el Actuación
por Nuria Ruiz de Viñaspre
Todo lo que somos es resultado de lo que hemos pensado
Buda
Tras meses y mesas confinadas, habitaciones confinadas, pantallas confinadas, actores confinados, padres y madres confinadas, en definitiva, vidas confinadas, en los nuevos aires del afuera se esparcía una pregunta: ¿quién soy? ¿quién soy en este nuevo escenario?
Se abre un telón sin telón.
Una ventana abierta. En ella Juan Carlos Corazza nos invita a mirarnos en un juego de espejos. Partiendo del propio teatro con un grupo de artesanos que representan la gran obra clásica El sueño de una noche de verano, nos encontramos con unos estudiantes de interpretación que a su vez representan a los clásicos, haciéndolo suyo al conectarlo con la actualidad. ¿Metateatralidad? ¿El espejo dentro del espejo? Si William Shakespeare comprende la vida como una representación, un inmenso teatro donde cada persona interpreta un papel y usa su máscara individual, ¿por qué no meter el teatro dentro del teatro donde la realidad es también un sueño?Este año los Ensayos Abiertos partían de una pregunta incontestable: ¿quién soy? En tan solo dos palabras se hallaba la pregunta condensada que flotaba en las cabezas. Todo estaba ahí, sobre el escenario de la verdadera realidad, de haber algo verdadero en esto que llamamos realidad. Y es que la identidad -de existir- siempre ha tenido un gran componente emocional.
En un rincón se oye a Hamlet decir a los cómicos algo que Juan Carlos Corazza sigue desarrollando: la función del teatro es reflejar, presentar un espejo de la Naturaleza. Y es que para él el teatro ha de servir para poner un espejo de la sociedad delante del espectador. Un espejo donde los unos se van construyendo junto a los otros sin hacer distinción alguna. Un espejo dentro de un espejo dentro de otro espejo.
Y aquí sí que hay que destacar la fuerza coral que se respiraba en el grupo. En todo momento prevalecía ese vigor colectivo donde nadie “era más que nadie”. Pero ¿quiénes somos? Somos seres interdependientes, por lo que no somos seres aislados. He aquí la fuerza de la incorporación no la de división. La reflexión que uno hace es que a Juan Carlos Corazza y a su equipo les interesa más lo colectivo que lo individual. Y así fuimos testigos de un Hamlet que daba sabios consejos a los actores. Identificación y desidentificación. ¿Soy Yerma o soy Ofelia? ¿Soy Gertrudis, Poncia o Bernarda?, ¿Quién soy cuando somos todos?
Corazza, como si fuera un mercader de matrioskas, nos sorprende dando saltos filosóficos en un mundo que parece hueco pero que contiene en su interior otro mundo posible. Y así saltamos de un mundo a otro en un espacio y tiempo otros, en una multiplicidad de mundos sin perder la unidad del lenguaje, de la poesía. Un abremundos que viene de la voluntad volumétrica del ciclo eterno de la vida.
Todo se fue abriendo. Ventanas que daban a otras ventanas. El mercader de Venecia se actualiza, ya que más allá de aquel judío villano, el usurero Shylock, en este moderno escenario se incorpora lo diferente, los ofendidos de este mundo. Los homosexuales, las razas diferentes, los inmigrantes, los raros, los débiles, los apartados, que finalmente son igual de imprescindibles que ese otro resto que los desecha. Se actualiza también la Porcia más moderna, la Porcia de los likes, con sus miles de seguidores, fans y pretendientes, pero que no le es suficiente. Ya que la verdadera Porcia de ayer y hoy demanda un conocimiento más auténtico, responderse a la pregunta ¿quién es ella? para definir su vida, para construirla. Y es que ese quién soy del hoy se juzga en la medida de los seguidores que un sujeto tiene en las redes sociales, esa otra gran red que nos atrapa y que mantiene que sin esos descarnados “megusta” no eres nadie. Seguidores por cierto que se pueden comprar. Por lo que bien pudiera ser una ficción en orden.
Y tras ese espejo otro, otro mundo igualmente posible que se abría en el diálogo entre La Poncia y Bernarda “yo no acuso Bernarda abre los ojos y verás, aunque ahora estás ciega”, mundo que los actores del hoy vuelven a conectarlo con un diálogo de científicos que están creando una vacuna a la que introducen un anticonceptivo y que irremisiblemente vuelve a toda mujer estéril. Y de ahí saltamos por los siglos para llegar a la esterilidad tan duramente descrita en Yerma. Hueco, por cierto, que a su vez vuelve a contener otro juego en su justa medida con Medida por medida, donde Corazza pone en la misma balanza el abuso de poder y lo conecta en la vena de las farmacéuticas. Todo está ahí. Teñido desde el pasado.
Medida por medida, El sueño noche de verano, El mercader de Venecia, Yerma, Bodas de sangre, pinceladas de La casa de Bernarda Alba… El futuro está en los clásicos. Para Corazza el quid de la modernidad es nutrirse de todos ellos. Traerlos al presente más inmediato y mirarlos en el espejo de la actualidad. Leer para comprender. Para comprendernos. Leer para reflejarnos. Conocer las cualidades de cada uno y después saber caminar con ellas. He ahí el teatro inteligente. El teatro humano que se cuestiona y nos cuestiona.
Quién soy, nos repetimos una y otra vez a lo largo de la obra. Es imposible desarrollar un trabajo de actor sin hacerse esa pregunta. Pregunta que desbloquea lo que creemos ser y que deriva siempre en otras tantas. Imposible dar a conocer a otro (personaje) si no se conoce al propio personaje que somos en este teatro de la vida.
Se abre el telón de la actualidad. Datos. Datos. Más datos. La era del Big Data. Cada 16 segundos una persona muere de Covid. Una mujer es violada cada segundo. Cada 40 segundos una persona se suicida. Cada minuto menos un niño muere de hambre. Un niño menor de 15 años muere cada cinco segundos en el mundo. Cada mucho menos aún hay millones de fake news. El estadístico W. Edwards Deming decía: sin datos, no es usted más que otra persona con una opinión. ¿Verdad o mentira? El único dato es que no somos nada sin datos. ¿Virtud o corrupción? El único dato es que solo la poesía y la cultura nos salva. Esa es nuestra vacuna. Estamos ante una reivindicación de la cultura. Que los jóvenes tengan acceso a ella y ser a la vez generadores de ella. ¿Tú sabes quién eres o eres lo que crees que eres? ¿Somos ese Yago que implica una indagación acerca de sí mismo y que se inicia con la declaración: Yo no soy el que soy?
Juan Carlos Corazza, como siempre, nos hace reflexionar desde lo que en apariencia es la superficial risa. Una risa fácil llegada de la comedia pero que sin saberlo nos acaba llevando al pozo de la sabiduría. Un pozo lleno de más preguntas y de una hondura extraordinaria.
Jung mantenía: “Yo no soy lo que me sucedió. Yo soy lo que elegí ser”. Y este gran grupo de actores ha decidido ser eso: “buenos actores”, personas que cada vez conocen más qué y quién son.
En definitiva, entrar al teatro con una mente demente y salir con más aire en los ojos, las manos, los pulmones, el alma y la nada demente mente. Eso sí que despertó el estado de alarma de todos los asistentes.
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Elenco por orden alfabético: Claudia Dorado, Irene Esteban, Isabel Genis, Marta Goyoaga, Marta Levenfeld, Alejandro Menéndez, Yessika Morgadel, Nacho Olaizola, Guilermo Paredes, Alex Pastrana, Diego Peces, Aida Quintana, Pablo Vélez, Natalia Vellón, Laura Yannone, Rosa Zamorano
Direccion: Juan Carlos Corazza
Dramaturgia: Juan Carlos Corazza y actores del taller.
Colaboradores: Betina Waissman, Paula Soldevila, Rafa Castejón, Pedro González, Leticia Santafé, Óscar Martínez, Alessia Cartoni, Juan Manuel Nieto y Natalia Vicente.
Ayudantía de dirección: Victor Heranz.
Iluminación: Raúl de la Torre, La Cía de la luz.
Tema Original “Quien soy?”: Maite López Legarda y Carlos González.
Diseños: mic_e meek
Producción: Raúl de la Torre, Estudio Corazza para la actuación y Actores del taller
Agradecimientos: Luis Fernando Cámara, Jesús Barcenilla, Fundación Progreso y Cultura, equipo pedagógico y administrativo del Estudio Corazza para la Actuación.