Ángel Guinda: «Deslumbramientos seguido de recapitulaciones»
por Nuria Ruiz de Viñaspre
(Olifante Ediciones, 2020)
El nuevo libro del siempre querido Ángel Guinda, salió publicado en el sello de Olifante un 14 de abril de 2020. Exactamente un mes después de ver cómo confinábamos con nuestras propias manos al planeta. Estamos ante un libro vital que habita un planeta herido de muerte.Curioso el doble título que da luz a un libro doble. Títulos polisémicos lo que amplifica la mirada. Deslumbramientos seguido de recapitulaciones. Así nuestra realidad. Leo en una noticia que el confinamiento hace mella en la salud ocular: ojos enrojecidos, picor, sequedad, visión borrosa. “Llevo el sol en los ojos. / ¡Todo borroso como un anís con hielo” […] “Ahora lo encuentro menos luminoso / (Debe de ser asunto de mis ojos)”. Y es que, salir del interior al exterior nos quema los ojos. Nos deslumbra. Nos turba del mismo modo que nos turba el alumbramiento, salir del útero materno al útero de otro mundo con paredes. Literalmente, turbación de la vista por luz excesiva. Deslumbrados por la vida aparecida. Deslumbrados por la muerte aparecida. “Deslumbramiento es aparición”. La muerte, siempre tan presente en el poeta, descifrándola, entendiéndola, aceptándola. Porque vida y muerte ruedan por los siglos de los siglos dentro del mismo círculo “Las cerezas sangran en los dientes”.
“Antes pisaba la tierra. Ahora piso el firmamento”. Planeta, tierra, cielo. Los malabarismos que hace Guinda con la simple figura de un círculo son extraordinarios. “Una nube rodando por las calles”, “Bebo una copa de infinito”, “Cuando salgas de ti, regresa siempre a ti”. Otros versos uróboros como “Fui amanecer. / Soy ocaso” […] o “Y recapacita por qué la vida apunta a la muerte. / La muerte apunta a la vida. La muerte dispara primero” corrobora la idea nodriza del poeta -idea que amamanta a otras secundarias- y que se resume en un todo acaba, pero nada acaba, como bien asevera la cita de E. Urquijo “He muerto y he resucitado”.
Para Guinda, menos es más. En este librito de mirada amplificada, reduce toda su vida al minimalismo de lo justo. De lo único. Viaja hasta el tuétano de la esencia y ve con la palabra exacta que somos poco o nada, de paso y aves. Que la energía se apaga en el aire, pero que se transforma en fuego. Y así, en este paisaje minimalista, una vez deslumbrados por el propio deslumbramiento del poeta, nos relata sumaria y ordenadamente lo vivido, lo acontecido, lo ya escrito y hasta lo no dicho. Estamos ante la síntesis de la vida del poeta. Ante su propia filogenia, donde nos cuenta el parentesco de sangre que le une a la soledad, a la enfermedad, a la naturaleza, al amor a la vida, al amor a la muerte. A la nada, al fin “Me he arrojado de mí mismo”, “Nos creemos colosos. ¡Somos insignificantes!” He aquí el oxímoron, la fugacidad del ser humano y el deseo de permanencia a través de la escritura cuando se pregunta “Nosotros somos la muerte” […] “¿Desaparecerá todo lo aparecido?”.
La segunda parte, Recapitulaciones, bien podría ser una carta de intenciones imperativa donde el corazón da órdenes a la cabeza. Un conjunto redondo de mantras a los que desemboca el poeta tras hacer trayectoria de su vida. En definitiva, Los deslumbramientos seguido de Recapitaculaciones es (son) sus libros más sinceros. El confesionario del poeta y fiel donde en la última línea de la vida se deja entrever al trasluz sacramental. “¡Fui amanecer. Soy ocaso!” Y es que, tras cinco años de silencio, resulta reconfortante mascar palabras como deslumbramiento o recapitulaciones.
Guinda es el poeta zen que alumbra y nos deslumbra con el alumbramiento de sus propios deslumbramientos. Él es la pandemia. El transmisor del contagio más filántropo para el alma humana. Solo él sabe que la respuesta está en el viento.