Roland Schimmelpfennig: «Una clara y gélida mañana de enero a principios del siglo XXI»
por Mercedes Martín
(Periférica, 2020. 216 págs.)
Schimmelpfennig es un conocido autor alemán de teatro, representado en todo el mundo y esta es su primera novela.La novela empieza así: “Una clara y gélida mañana de enero a principios del siglo XXI, poco después de que despuntase el alba, un lobo solitario vadeó el río que marca la frontera entre Alemania y Polonia, que estaba totalmente congelado.
”Se compone de diversos “cuadros” o “miniaturas”: capítulos con una extensión de dos páginas, a veces media, que pretenden ser jirones de la vida de las personas que pasan por ella, y digo pasan porque no son protagonistas de nada, lo que se nos transmite es que esas personas siguen siendo anónimas una vez que desaparecen del relato, tal como llegaron, y que no sabremos nada más de sus vidas, el narrador, la mayoría de las veces, ni siquiera se molesta en decir sus nombres. Pero podemos hacernos una idea de lo difíciles que son sus vidas. Lo que sí sabemos es que todos son inmigrantes en Alemania. Ellos o sus familias vienen del Este, como el lobo. Y el narrador siempre menciona este detalle, que vienen de Polonia o de Turquía, con lo que eso significa: trabajos precarios, vidas precarias, aislamiento, gueto, rechazo de la nueva sociedad y anhelo de una vida mejor.
En una entrevista, Schimmelpfennig explica que la única manera de contar la dura historia de la inmigración es a través de la poesía porque los documentales siempre se quedan cortos. La poesía siempre dice más de lo que dice. Y así ha hecho. Los pedacitos de las historias de estas gélidas vidas se ensartan en el hilo conductor simbólico del lobo y todo junto remite al Todo que jamás podrá contarse. El lobo aparece y desaparece a lo largo de toda la novela, como si fuera el verdadero motivo, la rima de la prosa. El lobo es una figura legendaria, que significaba para los antiguos pobladores de Europa la viva imagen del dios destino, un destino que para los guerreros solo podía significar la victoria o la derrota. Y esa es la imagen que Schimmelpfennig coloca en el centro de su relato. Los personajes se cruzan alguna vez con el lobo, físicamente o solo de oídas, y eso parece marcar sus destinos.“A la chica, que iba borracha, y que no era de muchas palabras, de repente se le soltó la lengua y no paró de hablar en todo el camino por las calles berlinesas bajo la nieve. –Es como si todo fuese una cuadrícula. –¿El qué, la ciudad? –No, todo, es como si todo fuesen líneas rectas, como si los caminos ya estuviesen marcados y no pudiéramos apartarnos de la cuadrícula”.
Otra característica de la novela es su lenguaje lacónico, a la par que la brevedad de los capítulos. Un lenguaje lacónico y un narrador distante consiguen que las pequeñas y fragmentarias vidas de los personajes se contemplen de lejos, con el mínimo detalle, como si en medio del naufragio y la desesperación solo cupiera contemplarlo todo inexpresivamente, sin un ápice de compasión. Que es seguramente la actitud que tenemos cuando asistimos de manera cotidiana al espectáculo anónimo de las vidas ajenas y “despreciables” que nos muestran las noticias.