Andrés García Cerdán: «La muerte del lenguaje. Para una poética de lo desconocido»
por Alberto García-Teresa
(Libros del Aire, 2018 184 páginas)
Recupera el sentido heterodoxo, ágil y plural de la miscelánea el poeta Andrés García Cerdán (Fuenteálamo, Albacete, 1972) en este volumen. La muerte del lenguaje presenta un conjunto diverso de artículos, comentarios y apuntes, piezas de crítica literaria y ensayos en un sentido pleno, tanto inéditos como ya publicados en todo tipo de soportes (desde blogs a libros académicos) y escritos desde 2009. El autor se refiere a todos ellos como “formas de demolición textual” que “certifican la muerte de los géneros”. Lo cierto es que constatan una manera amplia de mirar y de pensar la cultura. Los textos discurren con fluidez. Varias de las piezas funcionan a modo de chispazos, agitados por un impulso relampagueante. También palpita cierto sarcasmo que no elude la búsqueda de complicidad en el lector. Todos los textos, además, están recorridos por una actitud y una concepción del arte vitalistas, fuera de la autocomplacencia y lo acomodaticio: “La poesía (…) no admite puntos intermedios, ni medias tintas (…). O es un salto al vacío cada vez o no es”. Y apunta a una búsqueda de trascendencia que vincule todo lo real: “El mundo es mucho más que el mundo del lenguaje intenta representar”, dice. Su planteamiento tiene que ver con las posiciones existenciales de los surrealistas; superación de la miserabilización de la vida y búsqueda de lo mágico, condena de la mediocridad alienada de la sociedad de consumo (que es “más pobre, más superficial, más autocomplaciente”)
Un pequeño conjunto de textos dan a conocer la poética de Andrés García Cerdán, la cual nace de entender el lenguaje como cosmovisión más ligada a lo simbólico, a lo imaginativo, a lo revelador (frente a su función denotativa): “Un poema es una posibilidad y un balbuceo, un desconocimiento (…). Escribimos lo que no sabemos (…). Así creamos (…). El poema no describe una experiencia del mundo: es un mundo propio recogido en ámbar”. Añade: “No escribimos sobre la realidad: escribimos para la realidad, en su crecimiento y su fundación”. Y destaca aquella poesía “que entronca con la eternidad, con la liberación órfica, con la ultravisión rimbaudiana”. Finalmente, él apuesta por una poesía en que “al cuidado y la vocación transgresora del poema, sume una verdad histórica, moral y social ineludible”.
Numerosos poetas, escritores y pintores son el foco de estas páginas. En especial, Bansky aparece repetidamente, lo cual resulta tremendamente revelador del planteamiento heterodoxo y rupturista del espíritu de Cerdán. La ilustración de la cubierta es muy significativa al respecto. Asimismo, quiero destacar el ensayo sobre la escalada libre y su interpretación de la rebeldía de esta disciplina. Allí subyace la mirada iconoclasta del autor. Y es que, con esa perspectiva que encuentra la disidencia y el inconformismo entre la cotidianeidad y los vincula con una amplia gama de referentes artísticas y culturales, se gradúa el prisma con el que está construida esta miscelánea que escudriña el mundo.