Discos
por Xavier Valiño
RHYE: Spirit (Loma Vista/Concord)
Desde que editó el exitoso Woman, su debut en 2013, Mike Milosh ha vivido de todo: una larga y costosa batalla legal con su anterior sello Polydor; un divorcio de la actriz Alexa Nikolas; un disco, Jetlag, firmado con su verdadero nombre; y el reencuentro del amor con Geneviève Jenkins (protagonista semidesnuda de sus dos últimas portadas).
A diferencia de sus anteriores trabajos más electrónicos, Spirit es un álbum orgánico, compuesto con un piano de cola, uno que su novia le regaló recientemente, y centrado en el amor, tanto por ella como por la música. Son ocho cortes en 27 minutos de ritmo suave, entre la música clásica y el soul alternativo orquestado. Desaparecido el misterio sobre qué y quién es Rhye y lo que representa, al menos permanece la pulsión de la emoción en sus canciones.
BON IVER: i,i (Jagjaguwar-Popstock!)
Cuando se editó Emma, Forever Ago (2007), su crudeza acústica poco hacía presagiar que, poco después, su autor, Justin Vernon, bajo el alias de Bon Iver, iba a convertirse en una referencia imprescindible de este siglo, asentado como cabeza de cartel de grandes festivales. A aquel disco invernal le dio continuidad con su álbum primaveral (Bon Iver, Bon Iver, 2011) y el veraniego (22, A Million, 2016).
Ahora llega el disco otoñal, un cuarto trabajo que parece recoger lo ya mostrado en los dos precedentes e incluso algo de la desnudez de su debut (en “RABi”). Como si de un Peter Gabriel de este siglo se tratase, Bon Iver traza melodías a las que da continuos quiebros sin dejar de asegurar ganchos melódicos, en este caso cantándole al equilibrio entre individuo y comunidad, entre inspiración y creación.
LE PARODY: Porvenir (Le Parody/Gran Sol)
En el año de otra artista catalana que está en boca de todos y que utiliza el flamenco para dar entidad a su música, acusándola desde ciertos círculos de apropiacionismo cultural, conviene recordar que no está sola. La granadina Sole Parody autoeditó Cásala en 2010 y, ya con una multinacional, Hondo en 2015, discos que pueden perfectamente para definir lo que es la electrónica de raíces.
Su tercer disco es un trabajo hecho de retales, a partir de sesiones instrumentales de los últimos años a los que ha acabado por poner letras. Sin rendirse del todo a la música de baile, y con el cancionero folklórico como materia prima, Le Parody construye canciones pop sobresalientes y hasta cierto punto hedonistas, que viajan por la noche, el desamor y la política, algo evidente en cortes como “Alepo” o “Europa”.
LORENA ÁLVAREZ: Colección de canciones sencillas (El Segell)
Al igual que en el caso de Los Hermanos Cuberos, el folk de Lorena Álvarez ha escapado de los limitados márgenes del género para llegar a un público más abierto de miras. Así sucedió con su primer álbum en casete, La cinta (2001), y con el segundo, Anónimo (2012). Desde entonces, se la ha echado de menos.
Ahora, asentada en Granada, lejos de su Asturias natal, llega su tercer disco, un trabajo en el que semeja atisbarse más abierta y nítidamente una parte de su mente, desplegando una búsqueda catártica que parece concluir en una aceptación final. Se trata de su disco más íntimo y, también, el más solitario, ya que se ha encargado de todo lo que suena y hasta del diseño del mismo, y en el que atrapan cortes como “La huerta de mi padre”, “La nube”, “Si tú eres mi hombre” o Envidia”
RICKIE LEE JONES: Kicks (The Other Side of Desire-Popstock!)
Cuando Rickie Lee Jones se da de bruces con el bloqueo creativo o cuando quiere darse el placer de convertirse solo en intérprete (¡y qué intérprete!), suele dirigirse a los grandes orfebres de la música de otras décadas en busca de inspiración. Empezó con las versiones ajenas en el EP Girl’s Her Volcano de 1983 al que siguió con Pop Pop de 1991, It’s Like This del 2000 y The Devil You Know en 2012.
Kicks parece adelantar por la derecha a esos discos, por cuanto en esta ocasión las canciones que interpreta, desde joyas del jazz de los 40 (Benny Goodman Quartet, Louis Armstrong, Dean Martin, Johnnie Ray), hasta éxitos de la radio en los 60 y 70 (Elton John, America, Skeeter Davis, Steve Miller Band) las hace más suyas que nunca, pudiendo situarse cómodamente al lado de su propio material.
JOSÉ DOMINGO: Mientras Dios nos mira (Palosanto)
Fueron Almería (2013) y Vertical (2016) los dos discos con los que llegamos hasta José Domingo, quien había grabado antes un álbum en inglés (Suddenly, 2008), otro con el grupo Psychoine (Lejos en mí, 2009) y un tercero en castellano (En la distancia, 2011). En ellos, especialmente en los últimos tiempos, ha dejado clara su querencia por el rock español con un deje psicodélico y cierta influencia andaluza.
Ahora, tras mudarse de Girona a un pueblo de Mallorca, Santa Eugenia, Domingo ha pasado a vivir en la montaña, disfrutando y creando en la naturaleza. Es este un disco más mediterráneo, más diáfano, más glam y clásico por momentos, no muy lejano de lo que hace Enrique Bunbury, con el mar como protagonista impregnando todas las canciones.