Guillermo Núñez: «Dibujar con sangre en el ojo»
por Alberto García-Teresa
(Libros de la resistencia, Madrid, 2018. 96 páginas)
Dibujo y poesía se dan la mano para construir un estimulante libro que reflexiona sobre el proceso de creación. Como si de un cuaderno de trabajo se tratase, sin aparente mediación, este volumen recoge los bocetos y dibujos y palabras de Guillermo Núñez (Santiago de Chile, 1930) provocados en un momento de cuestionamiento y de observación sobre la labor artística. Según se nos especifica en el colofón, se trata de un “archivo cotidiano”, de una “bitácora de taller; textos y dibujos / reflexiones producidas día a día durante el año 2014 / han dado origen al libro: / meses, / días, / horas, / (el libro del dibujo)”. De hecho, aparecen datadas las piezas que integran el tomo.En este cuidado volumen, dibujos y versos se disponen a lo largo de las páginas dejando constancia de las dudas, los tanteos, los cuestionamientos (abundan las interrogaciones retóricas) las afirmaciones y las rectificaciones que el artista lanza, en cuestiones de teoría del arte y también existenciales. Nos habla del dibujo como forma última de lenguaje, más allá de la palabra, y de la angustia ante la necesidad de crear y la frustración ante la imposibilidad de llevarlo a cabo. No en vano, llega a plantearse: “el virtuosismo, la técnica, el bien hacer. / ¿Son imprescindibles? / (…) ¿Es necesaria la perfección?”. En ese sentido, el blanco como símbolo de todo ello es una referencia constante. Abrumado por la inmersión artística, empujado por las “angustias fundamentales”, de corte metafísico, Núñez se interroga hasta de la propia naturaleza de la realidad: “¿Cómo es en verdad la realidad? / ¿La crea mi mente? / ¿Soy yo quién le da forma? / Lo que dibujo, ¿la representa? / ¿Es de verdad su imagen?”.
A su vez, enlazando con su poética, el autor explora la necesidad de expresión como un medio doloroso: “estos dibujos / poseen una fealdad que chirría, / pero a veces ese desgarro / se transforma en una curiosa belleza / que no he buscado”. La acción de dibujar, de hecho, aparece como una agresión al papel aunque, paradójicamente, se efectúa como un acto de amor. La forma en la que captura el autor esa tensión y el esfuerzo resulta asombrosa. Así, la huella de una biografía marcada por la fractura vital de la cárcel y el exilio, por la conciencia del horror de la violencia y de la dictadura, de la fragilidad, atraviesa una manera de mirar que busca la desnudez y lo visceral sin redundar en lo evidente: “Estos dibujos nacen del espanto, recuerdan el horror; / para gritar su rechazo”. De hecho, en varias piezas se refiere a las personas “desaparecidas” (secuestradas y asesinadas) por la dictadura. ¿De qué manera se puede observar la realidad, entonces, asimilarla y devolverla artísticamente con esa “sangre en el ojo”? Este espléndido libro nos lleva a los recovecos de esa pregunta en un viaje más que recomendable.