“Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia”
por Carmen González García-Pando
(Museo Nacional del Prado. Madrid, del 28 de mayo al 15 de septiembre de 2019)
Entre las muchas y variadas exposiciones que el Museo del Prado ha organizado para celebrar su bicentenario, se presenta este verano una de las muestras más interesantes por diversas razones. La primera porque viene a cubrir un periodo mal representado en la pinacoteca española y que va a suponer para el visitante una experiencia novedosa. Por la categoría de los prestadores entre los que destacan los Museos Vaticanos, Metropolitan, Uffizi, Hermitage, Louvre, Galerías Nacionales de Londres y Washington, Casa de Alba, Colección Thyssen-Bornemisza, Universidades de Oxford y Cambridge.. Por la amplia y selecta recopilación de obras de primer orden de un periodo y un artista cada vez con mayor reconocimiento internacional. Y finalmente porque le acompañan maestros de la talla de Masaccio, Uccello, Masolino, Filippo Lippi, Donatello, Ghiberti, Brunelleschi. Estamos hablando de “Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia”. Una exposición irrepetible, excepcional en torno a este genio del Quattrocento que reúne más de ochenta obras del dominico italiano y de sus contemporáneos, siendo la estrella del conjunto la famosa “Anunciación” del propio museo, que exhibe todo su esplendor después de un largo periodo de restauración.
No sólo un monje contemplativo
En Roma, en la iglesia de Santa María Sopra Minerva, la iglesia gótica por excelencia de la orden dominica, existe una lápida con la siguiente inscripción: “No me elogiéis porque parezca un nuevo Apeles, sino porque os entregué, oh Cristo, todas mis riquezas» Corresponde a los restos de Guido di Pietro (Fra Angelico) el monje que con sus pinceles formó parte de esa corriente que desplazó las formas medievales por aires novedosos y revolucionarios como fue el Renacimiento. Bien es cierto que sus primeras creaciones son herencia aún del pasado pero muy pronto supo aunar la elegancia decorativa del gótico con composiciones más realistas fruto del incipiente Renacimiento.
Aunque no son muchos los datos que han llegado de su vida, se sabe que nació en Vicchio (región de Toscana) en 1390 y que ingresó en un convento dominico en Fiesole en 1418. Unos años después se convirtió en fraile de la orden con el nombre de Fra Giovanni da Fiesole. Dedicó sus primeros trabajos artísticos a la iluminación de misales y libros religiosos para seguidamente comenzar a pintar tablas y retablos religiosos. No fue hasta catorce años después de su muerte en Roma (1445) cuando recibió el apodo de Fra Angelico por su gran espiritualidad, carácter bondadoso y condición de teólogo de la pintura. Cuenta Giorgio Vasari en su libro “Vida de los mejores pintores , escultores y arquitectos” que poseía un “raro y perfecto talento” y que “nunca levantó el pincel sin decir una oración ni pintó el crucifijo sin que las lágrimas resbalaran por sus mejillas”. Ponderaciones al margen, lo cierto es que, como apuntaba el comisario de la exposición, por su condición de religioso, los historiadores del arte le han tratado a veces como una figura al margen de sus contemporáneos, cuando en realidad acogió sin reservas el nuevo lenguaje artístico que en ese momento fluía en una Florencia abierta a las propuestas de pintores como Masaccio, Masolino o Filippo Lippi, de escultores como Donatello o Ghiberti y o del arquitecto Brunelleschi. Así pues ser fraile no le impidió colaborar con otros artistas y mantener un importante taller de donde salían pinturas tanto para iglesias como para mecenas particulares de la ciudad y otros lugares.
Y es que Fra Angelico, sumergido en ese ambiente donde las clases pudientes reclamaban encargos inspirados en la Antigüedad clásica, supo abandonar las tendencias arcaicas y evolucionar el arte gótico hasta su perfección aplicando las innovaciones del Renacimiento de manera magistral.
Los trabajos que muestra la exposición son un testimonio revelador de la genialidad del artista en el manejo de la luz y el color, la perspectiva espacial y la narración equiparable, en muchos casos, al del maestro Masaccio. No en vano ejerció una gran admiración en pintores posteriores como Gauguin, Degas o Mark Rothko el cual consideraba al pintor florentino como su favorito.
Juan Pablo II le beatificó en 1982 y un año después le nombró patrón de los artistas.
Renacimiento Florentino
En los años veinte y treinta del siglo XV Florencia vivió una auténtica revolución cultural que marcaba la división entre la Edad Media y los tiempos modernos. Un renacer influenciado por el Humanismo y la Reforma que se presentaba como una reflexión sobre el arte clásico de la antigua Grecia y Roma. Este renacer se caracterizaba por un mayor interés por los poetas olvidados, amén de un febril entusiasmo por la escultura y por los innumerables restos arquitectónicos de la antigüedad clásica.Aunque la gran peste de 1348-1350 redujo la demografía de la ciudad a una tercera parte, Florencia se recuperó lentamente y siguió siendo una de las ciudades más importantes de Europa gracias a sus poderosas corporaciones y a la oligarquía mercantil que basaba su riqueza en la banca y en el comercio de la lana y seda. De hecho, a partir de 1422, la fabricación de brocados mezclando hilos de seda y oro, permitió a los tejidos florentinos invadir el mercado europeo y rivalizar con las sedas orientales.
Rica y culta la ciudad se convirtió en un poderoso centro artístico donde los gremios y mecenas como Palla Strozzi, los Gaddi y los Médicis ayudaron a materializar tanto genio y talento artístico. Así pues era un tiempo en que la economía vivía un extraordinario auge y sus enriquecidos mercaderes competían con la Iglesia en el encargo de obras a los más reconocidos artistas del momento.
Artistas que cambian la Historia del Arte
La concordancia de factores económicos junto al talento de los artistas florentinos provocó un cambio decisivo en la historia del Arte en cuanto a la concepción del espacio, del cuerpo humano… Se impuso una nueva manera de interpretar el arte occidental tanto en el campo de la arquitectura como en el de la escultura y pintura. Así por ejemplo los profundos conocimientos matemáticos del arquitecto, escultor y orfebre Filippo Brunelleschi le llevaron a romper con el estilo gótico para, reinterpretando el modelo clásico, crear elementos tan revolucionarios como la famosa Cúpula de Santa María del Fiore en Florencia. Esta catedral que había sido realizada por Arnolfo di Cambio en un estilo gótico pero sin llegar a concluirse, se encontraba sin abovedar el crucero. Brunelleschi lo solucionó superponiendo dos bóvedas octogonales, una dentro de otra, hechas de ladrillo y divididas en tramos a modo de gajos. El resultado fue un reparto perfecto de las cargas además de conseguir gran sensación de ligereza. Una innovación magistral.
Otro de sus trabajos más importantes es la Basílica de San Lorenzo también en la ciudad Florentina, donde el artista logra la armonía empleando criterios geométricos. Precisamente la exposición arranca con un precioso capitel corintio de una pilastra de esta iglesia.Otros nombres que componen el grupo son el del escultor Donatello con magníficas terracotas como “La creación de Eva”, “La Natividad” o “La Virgen de la granada”. De Lorenzo Monaco, principal maestro de Fra Angelico, se presenta “La Virgen y el Niño entronizados con dos ángeles y dos profetas”. Paolo Uccello, pintor dotado de un sofisticado ingenio, está representado por su preciosa «Anunciación» realizada en torno de 1424-1425.
También está presente el español Pedro Berruguete con “Cristo en la Cruz” donde se deja sentir las técnicas renacentistas adquiridas cuando viajó a Italia y trabajó bajo el mecenazgo del duque de Urbino.
De Masaccio, seguramente el más novedoso y actual porque renovó por completo el lenguaje pictórico logrando una pintura con un volumen y fuerza inusual, cuelga una preciosa tabla que representa a “San Pablo” y procede del Museo Nacional de San Mateo (Pisa).
Masolino es el autor de las pinturas de la Capilla Brancacci en la iglesia del Carmine. Una capilla que culminaría Masaccio y que constituye un hito del arte renacentista. Fue un encargo del rico comerciante de sedas Felice Brancacci y sirvió de estudio a numerosos artistas como Botticelli, Leonardo, Rafael, Miguel Angel… y por supuesto a Fra Angelico.
La Anunciación
Aunque como apuntábamos el Museo del Prado tiene grandes carencias en la pintura de este primer Renacimiento, lo que si posee es una de las obras maestras del periodo en la figura de Fra Angelico: “La Anunciación y la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén”. Sin duda es una de las obras más importantes de la pinacoteca y eje de la muestra ya que, por vez primera, se presenta en todo su esplendor tras un exhaustivo y largo proceso de restauración.
El retablo presentaba problemas estructurales cuando en el pasado quedó dividido en dos al separar los paneles segundo y tercero coincidiendo con la figura del ángel. Las grietas fueron repintadas y ocultaron elementos de la composición siendo especialmente significativo el que cubría el ala delantera del ángel que había borrado el original hasta convertirlo en un elemento ajeno y asimétrico con su pareja.
Los restauradores han logrado recuperar la curva original del ala del arcángel Gabriel a su vez que, al eliminar los repintes y la capa de suciedad que cubría toda la obra, han puesto al descubierto los colores originales como es el verde malaquita, rojo carmesí y el azul ultramar. La recuperación del rico y brillante colorido, así como la intensa luz blanca que envuelve la escena confirma que estamos ante una obra maestra datada a mediados de la década de 1420 y que fue el primer altar florentino de estilo renacentista en el que entra en juego la perspectiva para organizar el espacio. Ejemplo de ello son las arquerías góticas del pasado que han sido sustituidas por formas ortogonales siguiendo las consignas preconizadas por Brunelleschi.
La obra fue realizada para el convento dominico de Fiésole y regalada al primer duque de Lerma, valido del rey Felipe III. La Corona española la donó al Museo en 1861.
Igualmente la pinacoteca madrileña consiguió también “La Virgen de la granada” comprada a la Casa de Alba en 2016; una adquisición promovida por el reciente fallecido y ex presidente del patronato, José Pedro Pérez-Llorca a quien está dedicada la exposición.
Se suman al conjunto de obras del artista, las tablas del retablo mayor de San Domenico de Fiésole en el que Fra Angelico retrata a un numeroso tumulto de personas. También la “Coronación de la Virgen” prestada por el Museo del Louvre cuyas cuantiosas figuras parecen levitar en una confusa acumulación de coronas doradas. Igualmente magnífica es la “Crucifixión” del Metropolitan, la “Virgen de la Humildad” de la colección Thyssen depositada en el MNCA y las “Historias de los padres del desierto” seguramente una reinterpretación de una pintura anterior y que incluye relatos cotidianos y míticos de los cristianos de la antigüedad.
Cuando finaliza la visita a la exposición lo que queda en la retina del visitante es un festín de brillantes colores azules, rojos, verdes y muchos dorados marca indiscutible del talento personal del monje dominico y de sus coetáneos. Un lujo para la mirada y un sosiego para el espíritu.