Javier Barraca: “La ciencia del vacío”
por Ana Isabel Ballesteros
(Ediciones Oblicuas. Barcelona, 2019)
Ganadora del Primer Premio Narrativas Oblicuas en su duodécima edición, La ciencia del vacío gira en torno al suicidio colectivo a que parece abocada la sociedad. Una tras otra, entreveradas de fragmentos sobre la conducta un estrafalario “poeta”, último llegado a una institución investigadora, se suceden las escenas de suicidios y suicidas.En una mezcla de espacio real y espacio imaginario-simbólico, y con un orden temporal al servicio de la intriga, la trama se manifiesta y se elude en una suerte de analogía respecto al tema, que a un tiempo se afronta y se evade: parece transmitirse, a través del puzzle narrativo, la dificultad para exponer de modo lógico y eficaz, certero e indiscutible, una definición del “vacío” del título. La descripción se amaga, se aboceta en un fragmento escrito por el protagonista; se apuntan algunas de sus posibles y no seguras causas en diseminadas discusiones de los personajes. Lo inasible de su realidad parece sobrepasar las posibilidades argumentativas del filósofo y se cobija en la siempre benevolente y hospitalaria ficción literaria
El autor se resguarda de las críticas a su “tesis” a través del narrador y del protagonista. Por una parte, volea las reticencias que suscitan en el lector las denuncias al mundo aludido en la ficción y paralelo al real, precisamente por haberle asignado a ese “poeta” la tarea de desenmascarar lo falaz de su base y la falsedad de su tejido. Por otra parte, elige de narrador a otro personaje incluido en la narración, que se desenvuelve en una primera persona narrativa plural identificada con el grupo de la Ciudad constantemente cuestionado por el “poeta” y, ya avanzado el relato, desvela su función en la historia y la función de su narración.Javier Barraca guiña un ojo a sus lectores exportando a esta nueva ficción personajes de la anterior, Nubes de profesor, como si se tratara de actores que hubieran de interpretar nuevos papeles en una historia distinta: Miriam, la mujer subyugadora, influyente y más poderosa aún que en la anterior novela; el vanidoso profesor Olvido, aquí en un papel más sinuoso.
En el final, a instancias del “poeta”, se ensaya una contrapartida al suicidio, y se procura la vida donde parecía imponerse la muerte. Y si el suicidio parecía una enfermedad en expansión a cuantos se acercaban a los “infectados”, también la decisión de quienes abrazan la vida se comunica y contagia a cuantos la conocen. Las causas, los cómos, el futuro, en fin, requieren la lectura de estas páginas.