Ignacio Uribarri: “Desde el Paraguay. Bilbao y sus hombres prodigiosos”
por Alberto López Echevarrieta
(Editorial: Muelle de Uribitarte. Páginas: 109)
Cuando un día Ignacio Uríbarri, un brillante hombre de empresa bilbaino, decidió liarse la manta a la cabeza y cambiar totalmente de vida en busca de la paz espiritual marchando al Paraguay, no tuvo en cuenta -o al menos eso me parece- que llegaría la fecha en que aflorara en él la nostalgia por la tierra en la que había estudiado y trabajado.
Atrás quedaban sus etapas con la orden de los benedictinos, el cooperativismo, la construcción y el asesoramiento como urbanista del Consejo General del Gobierno Vasco. Añádase a esto que es un hombre de gran cultura y socialmente muy conocido.
Viene este prólogo a colación del libro Desde el Paraguay. Bilbao y sus hombres prodigiosos que se acaba de presentar en la capital vasca. Escribir la obra ha tenido que suponer para él escarbar en lo más profundo de su ser para plasmar en una primera parte la semblanza de aquellos bilbaínos que contribuyeron a engrandecer la ciudad sin perder por ello su carácter cachondón. En la segunda parte desarrolla su pasión por la pelota a través del estudio de los distintos frontones que ha tenido la capital de Bizkaia.
El autor habla de los dos temas con un especial cariño. Pienso que ha necesitado de este relato para justificar su ausencia, como quien dice “no estoy con vosotros, pero os recuerdo”. Sus “hombres prodigiosos” son aquellos que forjaron el Bilbao que hoy tenemos. Un Laureano Jado que cedió a los bilbaínos su riquísima pinacoteca privada con la que se cimentó el hoy flamante Museo de Bellas Artes. Un hombre ocurrente que un día, en una tertulia, salió al paso de un dentista que presumía de conocer los cantos de todos los pájaros, incluso el ubano. Dejó aviso en su casa que tardaría en volver, y de inmediato embarcó rumbo a Venezuela para traer de allí un ubano y comprobar si era verdad lo que decía su amigo.
En Bilbao las llamamos txirenadas, como casi todas las ocurrencias que tenían los miembros del antiguo Kurding Club en el que militaban pintores y escultores tan preclaros como Anselmo Guinea, Darío Regollos, Adolfo Guiard, Pablo Uranga, Francisco Iturrino, Manuel Losada, Paco Durrio y el mismísimo Ignacio Zuloaga. Fue la época de oro del costumbrismo bilbaino, una generación de hombres cultos que le sacaban brillo a la vida, una vida que discurría entre 26.000 habitantes, pero con una actividad cultural excitante.
Merced a la afición del autor por el deporte vasco por antonomasia, Olatz González, pudo publicar La pelota vasca, el que posiblemente sea mejor análisis que jamás se haya hecho en torno al tema. En la presentación del libro que comento ha evocado la impresión que le causó a Uríbarri la lectura inicial de aquel estudio antropológico y que luego se lo editó. “Quería ser pelotari de mano y presentó un proyecto para la construcción de un frontón en el centro del Bilbao moderno”, ha señalado. El escritor Seve Calleja ha establecido un paralelismo entre el bardo Iparraguirre y Uríbarri. José Ramón Blanco, editor de la obra, opina que el libro posee una nostalgia que no intenta ocultar, como si de un cuadro de Losada se tratara.