Arcimboldo, las flores y la primavera
por Alberto López Echevarrieta
Casi coincidiendo con la clausura de la triunfal exposición Alicia Koplowitz, el Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta otro hito dentro de la programación museística, Arcimboldo. Las flores y la primavera, en el que se homenajea a uno de los artistas más originales del manierismo en la Italia del siglo XVI. No es una muestra extensa, pero sí muy importante por las obras que se dan a conocer.
De vidriero a la corte imperial
Giuseppe Arcimboldo (Milán, 1526-1593) empezó trabajando con su padre en las vidrieras del Domo de la capital italiana que le vio nacer. El excelente acabado del cartón que hizo con las Escenas de la vida de Santa Catalina de Alejandría fue el pasaporte para entrar en la corte de Praga, donde se convirtió en el pintor predilecto del emperador Maximiliano II y más tarde de Rodolfo II.
Arcimboldo se especializó en un tipo de pintura muy particular: Sus retratos estaban confeccionados con la mezcla pictórica de objetos, especialmente flores y verduras. La técnica no la había inventado él. Ya existía el antecedente del gran Leonardo que lo había experimentado, pero sí hay que darle al milanés el mérito de ser quien más partido sacó a la misma.
Arcimboldo y más
La exposición que se puede ver en Bilbao gracias al mecenazgo de la Banca March, me atrevo a decir que es inédita al reunir por primera vez las tres obras originales del artista que se conservan en colecciones españolas. Es decir, Flora (1589) y Flora meretrix (1590) pertenecientes a una colección particular, y La primavera (1563), del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. También se exhiben por primera vez copias de dos estaciones, El otoño y El invierno, que proceden de una importante colección pictórica española. Completan la muestra los retratos de los principales coleccionistas del autor, los egregios Maximiliano II, Rodolfo II y Felipe II.
Como la Botánica tiene un papel trascendental en el trabajo del artista, se presentan también algunos tratados de la época en esta ciencia que nos ayudan a comprender qué especies utilizó Arcimboldo para la creación de sus cuadros.
“Hay que tener muy en cuenta que estas obras están realizadas en el siglo XVI, cuando se estaban introduciendo en la vida cotidiana las nuevas especies que se traían del continente americano. En ‘Primavera’, por ejemplo, se pueden ver una mazorca de maíz y una berenjena, recién llegadas del nuevo continente”, señala José Luis Merino, director del proyecto de exposición.
De la colección de la pinacoteca bilbaína se aportan cinco obras muy relacionadas con la temática floral que se agradecen: Canastilla de flores, de Juan de Arellano; Virgen con el Niño, ángeles y familia de donantes, de Berthomeu Baró; Florero con tulipanes, de Andries Daniels y Frans Francken el Joven; La Sagrada Familia, de Jan Gossart; y Guirnalda de flores, de Abraham Mignon.
No es, como pueden suponer, una exposición de mucha obra, pero sí de muy importante obra. Cuenta además con una mesa multitáctil, como si fuera una Tablet gigantesca, en la que están incluidos los trabajos de Arcimboldo en alta resolución que nos permite ampliar la imagen para poder descubrir detalles de sus pinturas, como, por ejemplo, la fecha de realización de El verano, que aparece como bordada en el hombro.
Arcimboldo no se prodigó mucho como pintor, ya que se calcula que pintó unos treinta cuadros. Tuvo su época de esplendor, pero cayó en el olvido hasta que fue redescubierto a principios del siglo XX para pasar a ser musa de artistas surrealistas. Su popularidad ha ido creciendo consiguiéndose condicionar el perfil del pintor, sobre todo en Viena y Praga que es donde más éxitos consiguió. Fue un humilde trabajador de la pintura que acabó siendo Conde del Palatino.
La exposición ocupa tres salas del veterano edificio del museo bilbaíno y está presentada con especial mimo. Para todos, una delicia, y para muchos todo un descubrimiento.