MARINA en el Teatro de la Zarzuela
por Jorge Barraca
Marina que cierra esta temporada de la Zarzuela recupera la producción de 2013. Se trata de un montaje grato visualmente, muy bien iluminado y bastante funcional, con sus toques medidos de convencionalidad y modernización.
Los tres actos de la obra se desarrollan sobre una suerte de ensenada de un evocado puerto. A veces se sugiere más una playa (Acto I), a veces un ambiente portuario (Acto III). Determinados cambios conseguidos merced a la climática iluminación y algunos pocos elementos logran, con un mínimo de recursos, transiciones efectivas entre ambientes (por ejemplo, en la escena en el astillero). Pero, sin duda, el componente que transforma más la escena es el movimiento de un nutrido coro que ocupa por completo el escenario en varios momentos y cuyos movimientos, vestidos y actitudes logran transmitir las ideas del director de escena para la obra.
Decíamos que se integraban elementos convencionales y lugares comunes de esta obra (ambiente rural y marinero de clase baja, pescadores, obreros del astillero, ingenuidad de la protagonista) con otros más rompedores (prostitutas del puerto, trajes con mezclas de colores, bailes…). El conjunto se hace muy fácil de ver y resulta ágil. Gustará a quien espera una representación tradicional, pero ofrecerá al menos un toque novedoso al que está aburrido de ver siempre una Marina excesivamente tópica.
Otro de los alicientes de estas funciones fue la estupenda dirección de Ramón Tebar, que, con pulso muy firme y grandes contrastes rítmicos, consiguió una muy convincente ejecución por parte de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y también rotundidad y perfecto ajuste del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Además, acompañó y ayudó a los cantantes con gran cuidado, facilitando sus difíciles ejecuciones solistas y los números concertantes, que no son pocos en la obra. La partitura sonó -en su batuta- mucho más dramática y dinámica de lo que estamos acostumbrados.
Se reseñará aquí la participación de los intérpretes del segundo de los repartos, el día 24 de junio. Empezando por lo más destacado, hay que glosar al Roque del mexicano Germán Olvera; voz contundente y excelente actuación dramática, que se llevó las ovaciones más intensas, si bien hay que reconocer que con números como las seguidillas, el brindis o el tango es un papel que suele llevarse fácilmente los aplausos. El Pascual de Ivo Stanchev estuvo igualmente muy bien cantado, puso gran convicción en su interpretación y logro un buen ajuste en los números corales. De los dos protagonistas principales pueden decirse muchas cosas buenas y algunas mejorables. La joven sevillana Leonor Bonilla tiene un precioso instrumento, coloratura suficiente y gusto al emitir. Seguramente, el papel de Marina requiere una voz que corra algo más ágil, más ligera. La dicción de Bonilla es muy poco clara y le cuesta entrar en calor, pero cuando lo consigue hace una protagonista creíble y válida. El Jorge de Eduardo Aladrén tuvo una entrada algo destemplada y con fallos en los agudos, tan exigentes en su parte. Este arranque enturbió algo su participación, pero con profesionalidad, valentía y empuje sacó luego adelante su cometido y se ganó el aplauso del público. Y es que estamos hablando de un tenor lírico-ligero de bonito timbre, clarísima pronunciación y muy buen registro medio. Cuando gane consistencia en los agudos y seguridad en la emisión superior, y se oriente hacia papeles adecuados para su instrumento tendrá una magnífica carrera.
El coro, ya se ha adelantado, tiene un importante papel en la obra. Estuvo rotundo durante toda la función y bien timbrado, como siempre se ve el trabajo de la experimentada mano de Antonio Fauró en su dirección.