Tom Odell, la delgada línea roja
por Xavier Valiño
A principios de 2014, Tom Odell –que se sentía bastante agotado– se dio cuenta, con cierto horror, de que se había pasado más de un año promocionando las canciones de su álbum de debut Long Way Down, el disco que lo había propulsado a un gran –y en apariencia, inexorable– éxito tras el lanzamiento del disco el año anterior.
A pesar de que las cifras de ventas eran astronómicas, Odell también sabía que el éxito del álbum significaba que no había escrito nada nuevo durante el largo periodo de promoción y conciertos en directo. Para un compositor de su talento, cuya primera colección de canciones le valió el Premio Ivor Novello al Mejor Compositor del Año, era exasperante pensar que el periodo de gestación de su primera colección de canciones –básicamente toda su adolescencia y parte de su edad adulta– tendría que concentrarse en un tiempo mucho más corto para componer material nuevo para su segundo álbum.
Es un problema bastante común al que deben enfrentarse los artistas creativos: cómo encontrar tiempo para escribir material para un trabajo que llega después de un exitoso álbum debut y que, en este caso, fue elogiado por grandes compositores como Elton John, Billy Joel o The Rolling Stones, quienes invitaron a Tom a tocar abriendo los conciertos de la banda en Hyde Park en Londres.
La falta de confianza que se entreveía en el joven Tom Odell cuando apareció en la escena musical, sin expectativas o prejuicios de ningún tipo, pronto fue reemplazada por el idealismo, estoicismo y la convicción de que si estás decidido a hacer algo, tendrás que hacerlo a tu propio ritmo.
Así que Odell hizo lo que muchos artistas habían hecho antes que él: paró el circo, reservó un vuelo y se fue a Nueva York, donde alquiló un pequeño apartamento en el East Village, desapareciendo en una ciudad donde fácilmente uno se convierte en un extraño y estar solo es más sencillo. Con un gran piano dominando el espacio, este pequeño piso situado en una gran ciudad donde conocía a muy poca gente, le serviría como el refugio donde se replantearía sus intenciones y, en última instancia, redefiniría quién es Tom Odell como músico.
Y aquí es donde empieza el trabajo en Wrong Crowd: “Veía películas por la noche y paseaba por las calles de Manhattan durante el día; un estilo de vida muy bucólico sólo interrumpido por eventos como un concierto como artista invitado de Billy Joel en el Madison Square Garden. La vida de repente volvió a estar en equilibrio, y gracias a eso, las canciones comenzaron a salir”.
En un breve viaje a casa en la primavera de 2014, Tom dio una gira por Europa y recogió el premio Ivor Novello, pero en septiembre volvieron a activarse sus ganas de viajar, así que dejó Londres y esta vez voló a Los Ángeles, donde alquiló un apartamento cercano a Echo Park. Fue justo allí, hogar y el hogar adoptado de muchos y legendarios cantautores, donde Wrong Crowd comenzó a tomar forma.
Con Jim Abbiss y Tom a la cabeza de la producción, el sonido del álbum evolucionó hacia una producción enérgica y rítmica. “Con el brillante Jim Abbiss en la producción, yo quería que las canciones tuvieran un sonido intenso y espectacular, cuerdas impactantes y melodías que dieran más énfasis a las canciones, un sonido rico en musicalidad y que no se guardase nada. En ese entonces yo había estado de gira con mi amigo Andy Burrows (batería), un músico muy talentoso. Su estilo a la batería aporta oscuridad y excitación. En la canción “Silhouette” ya había imaginado una introducción a lo grande, al estilo de Gershwin, que grabamos en los estudios Abbey Road. Pero la mayor parte del álbum fue grabado en Rockfield en Gales, un sitio que nos ofrecía la tranquilidad que necesitábamos para hacer mucho ruido”.
Según continuaba la grabación, comenzó a surgir la estructura narrativa del álbum. “El álbum cuenta la historia de un hombre que es presa de su propia infancia, que siente nostalgia por ella, nostalgia por la naturaleza: el deseo por un poco de inocencia en este mundo perverso en el que vive ahora. Es una historia ficticia aunque las emociones y sentimientos son míos… Por supuesto, en la historia están elaborados y exagerados. Quería crear un mundo con un sentido exagerado de la realidad, como una película de Fellini”.
Como buen apasionado del cine, la estancia de Tom en Nueva York había ayudado a ampliar su interés en el cine como forma de arte. Los trabajos de Wong Kar-wai, Paolo Sorrentino, Terrence Malick, Wim Wenders o Fellini lo acompañaron en su más bien solitaria vida neoyorkina e, inevitablemente, tuvieron una gran influencia en el álbum.
“Comencé a escribir canciones que hablaban de soledad, de crecer, intentar encajar… Empecé a mirar hacia atrás y hacia dentro de mí, a utilizarme a mí mismo como el punto de partida, pero dejando volar mi imaginación con alguna historia. Me imaginaba que la música era una banda sonora… Como esa hermosa imagen de las malas hierbas creciendo alrededor del árbol hasta que lo ahogan en La delgada línea roja de Malick, del hombre que destruye la naturaleza y olvida que él también es parte de ella. Comencé a identificarme con eso”.
Esa idea queda reflejada en el primer single, “Magnetised”, que logra expresar muchos de los temas intrínsecos del álbum en una canción pop explosiva e impulsada por una poderosa interpretación a la batería. En realidad, es más bien una canción para bailar y saltar.
Según evolucionaba el álbum, Tom comenzó a preparar el guión de una colección de películas que llegarían con la música. Fue entonces cuando se puso en contacto con el director George Belfield, con quien estableció rápidamente una relación simbiótica. “Ambos viajamos a Sudáfrica para rodar la primera parte de la película, que se basa en un personaje totalmente autodestructivo que vive una vida hedonista y nihilista. La película explora de qué manera esto afecta a la gente que rodea al protagonista. Al final ese estilo de vida destruye la única cosa inocente que le queda: el amor. Con esto se cierra la primera sección de la película, pero la historia continuará…”
Hace ya cuatro años, Tom Odell decía lo siguiente (aunque las palabras continúan vigentes en la actualidad): “En realidad, me encantaría vivir en un tiempo en el que la música transmitiera una sensación real de elevación. Si mi música es triste, quiero que sea triste de verdad. Cuando es alegre, quiero que quien la escuche se sienta eufórico… Quiero que el disco exprese la intensidad de las emociones y sentimientos que vivimos a diario”. Wrong Crowd al menos lo intenta.