Philip Glass: «Palabras sin música»
por Carmen González García-Pando
Malpaso Ediciones. Barcelona 2017. 495 págs.
Con una prosa amena y fluida Philip Glass (Baltimore, 1937), relata sus memorias en la edición de “Palabras sin música”, un estupendo libro que la editorial Malpaso acaba de publicar y cuya traducción ha corrido a cargo de Mariano López.
Junto con autores como Steve Reich o Terry Riley, Philip Glass es uno de los mejores representantes de la música minimalista y uno de los compositores más importantes e influyentes de finales del siglo XX. Sin embargo antes de llegar a este reconocimiento han sido muchas las etapas musicales que su enorme talento han desarrollado a lo largo de los años. De sus primeros estudios, viajes, composiciones y un sinfín de experiencias vitales, nos habla este libro que fascina desde la primera página.
Tras graduarse en Chicago y en Europa, Glass viajó a la India. Allí, se convirtió al budismo y conoció a Ravi Shankar, el maestro del sitar. En una entrevista para el Cultural de El Mundo decía: «A mediados de los 60 trabajé como asistente suyo. Por entonces yo no tenía ni idea de música india. Para tener alguna noción antes de empezar, me compré un disco. Lo estuve escuchando y me pareció que no tenía ni pies ni cabeza. Pero con el tiempo, a medida que fui profundizando con Shankar, me empezó a llamar la atención su estructura binaria. Fue todo un descubrimiento. Mi ópera Einstein on the Beach, de hecho, se basa en este patrón, muy sencillo de escuchar, sobre todo para la gente joven».
La ópera Einstein on the Beach de 1976 le valió el reconocimiento internacional y fue el inicio de las muchas colaboraciones en las bandas sonoras de varias películas o con dramaturgos de la talla de Robert Wilson. En la actualidad continúa dando conciertos por todo el mundo con el Philip Glas Ensemble.
Las casi 500 páginas de “Palabras sin música” no sólo son un documento de las habilidades de este gran músico sino también el relato literario de un hombre que se convierte en cronista agudo y narrador de una época, unos personajes y una atmósfera peculiar como por ejemplo la bohemia neoyorkina de la segunda mitad del siglo XX.
Estamos ante un relato que es un canto a la vida, y la música el vehículo para transformar y mejorar el mundo.