«Don Giovanni»: Tirso según Mozart
por Alberto López Echevarrieta
Palacio Euskalduna, de Bilbao, febrero de 2017
La vieja historia del burlador de Sevilla renace con Don Giovanni, quinto título de la temporada que puso en escena ABAO (Asociación Bilbaina de Amigos de la Ópera), para la que Wolfgang Amadeus Mozart aportó una partitura tan profunda en sentimientos que durante los dos últimos siglos se representó como una tragedia en la que se peca y se expía la pena, cuando, en realidad, el de Salzburgo la concibió como ópera bufa.
Mucho Mozart
Tras el éxito obtenido por Las bodas de Fígaro en su estreno del Burgtheater de Viena en mayo de 1786 y sus posteriores representaciones en Praga, Mozart fue tentado por el director del Teatro Nacional de la capital checa para hacer un nuevo trabajo siguiendo el mismo patrón. Es decir, manteniendo el estilo bufo que le había dado a esta obra. A Amadeus no le pareció mala la idea. Incluso aceptó que la nueva composición se estrenara a orillas del Moldava. Buscó argumentos que pudieran considerarse aptos para darles el tratamiento solicitado hasta convencerse de que había un personaje en la literatura que daba el tipo: Don Juan, ese libertino que carece de ética y menosprecia a las mujeres.
Se trataba en realidad de hacer una nueva adaptación de la obra de Tirso de Molina. De forma casi paralela, Giuseppe Ganazziga estaba haciendo su propia versión operística. Poco le importó a Mozart este detalle transmitiendo la idea al libretista Lorenzo da Ponte con el que había hecho Las bodas… Cuando en otoño de 1787 volvió a Praga, el director del Teatro Nacional pensó que la obra ya estaba dispuesta para ser estrenada, cuando no era así. Había unos esbozos bien avanzados, pero poco más.
La inquietud del hombre no correspondía con la tranquilidad que demostraba Amadeus, quien daba por hecho que la partitura completa estaría acabada para la fecha prevista para el estreno, el 29 de octubre de aquel año. Así fue, en efecto, ya que en pocos días el trabajo quedó ultimado para satisfacción de todos. Se dice que la obertura fue compuesta por Mozart dos días antes de la premiére, lo que puede dar una idea al lector del nerviosismo que hubo en los últimos momentos.
Don Giovanni se retituló originalmente El disoluto castigado y fue el propio Mozart quien dirigió las cuatro primeras representaciones. Toda aquella incertidumbre que se había generado antes del estreno se convirtió de pronto en aclamación general por parte de crítica y espectadores. Ni los más ancianos recordaban un triunfo semejante en la ópera de Praga. Amadeus volvió a demostrar su genialidad y el director del Teatro Nacional suspiró contento. Al tiempo que recibían parabienes, los compositores no hacían más que reconocer que lo que había intentado era repetir la experiencia de Las bodas de Fígaro, dando a la nueva obra el estilo bufo de la anterior. Se había cumplido ampliamente el compromiso adquirido.
Sin embargo, cuando en la primavera del año siguiente, el 7 de mayo de 1788, Don Giovanni se estrenó en Viena con alguna modificación, el público estuvo más bien frío ante la obra. Hubo quien lo achacó al desdén que posiblemente existió por ir tras Praga en las representaciones. Mozart era austríaco y no se aceptó que los checos conocieran antes un trabajo suyo. Con todo, la obra de Amadeus acabaría imponiéndose hasta ser considerada hoy una de las más representadas del mundo.
La versión de ABAO
La versión que se representó en Bilbao era una producción del Palau de Les Arts Reina Sofía que contó en el foso con Keri-Lynn Wilson, una gran dama de la dirección canadiense, con puesta en escena del británico Jonathan Miller, que hizo toda una creación al conseguir un montaje ágil y dinámico.
El papel protagonista corrió a cargo del barítono inglés Simon Keelyside, hijo del violinista Raymond Keelyside y esposo de la bailarina Zenaida Yanowsky. Curiosamente, Simon abandonó sus estudios de Zoología en la Universidad de Cambridge para dedicarse a la ópera, campo éste en el que hoy es una primera figura. En otros roles encontramos a Simón Orfila (Leporello), Davinia Rodríguez (doña Ana), Serena Farnocchia (doña Elvira), José Luis Sola (don Ottavio), Miren Urbieta (Zerlina), Giovanni Romeo (Masetto) y Gianluca Buratto (comendador).
Intervino la Euskadiko Orkestra Sinfonikoa y el Coro de Ópera de Bilbao bajo la dirección de Boris Dujin.