18 Obras restauradas en el Museo de Bellas Artes de Bilbao
por Alberto López Echevarrieta
El programa ha sido llevado a cabo con el patrocinio de Iberdrola
La donación de un cuadro al Museo de Bellas Artes de Bilbao ha servido para identificar una obra de la colección que figuraba catalogada como de autor anónimo al carecerse de datos evidentes. Se trata de una estampa de San Pedro Nolasco realizada por el grabador Juan Bernabé Palomino (1692-1739) que presenta una idéntica composición con un óleo sobre cobre del mismo título que la pinacoteca vasca tenía en su colección desde 1927, pero sin identificar a su creador. La coincidencia temática ha permitido seguir la pista que ha llevado a la identificación del autor de la singular obra, el pintor navarro Antonio González Ruiz (1711-1788), suegro de Palomino.El hallazgo ha sido celebrado por Juan Viar, director del museo bilbaíno en el transcurso de la Fiesta de la restauración, denominación que ha dado al acto de presentación de las obras que ha restaurado la pinacoteca a lo largo del año 2016 gracias al patrocinio de Iberdrola. Es más, en el curioso caso que les cito y gracias a las técnicas empleadas en su saneamiento, se han encontrado restos de la firma original del autor en la parte inferior derecha de la obra. La labor detectivesca llevada a cabo ha dejado en claro una letra “A” con una “g” engarzada y “Fa”, abreviatura del término faciebat (me hizo), clásico en este tipo de pinturas.
Bacanal flamenca
En el acto, que ha sido presidido por Unai Rementería, diputado general de Bizkaia; Manuel Marín, presidente de la Fundación Iberdrola España; Javier Viar, y María José Ruiz-Ozaita, jefa del Departamento de Conservación y Restauración del museo, se han presentado las dieciocho obras restauradas, trece sobre papel, una tabla, un cobre y tres en lienzo. Una de ellas, el óleo sobre tabla Festín burlesco (c. 1550) del maestro flamenco Jan Mandijn (1502-1560), representa una boda campesina, con estrafalarios personajes y símbolos de la glotonería y la lujuria propias de la tradicional pintura burlesca de la época. Este óleo sobre tabla ha recibido un tratamiento del estrato superficial y se le han eliminado el barniz oxidado y los retoques antiguos. Tras una limpieza del reverso y la presentación en un nuevo marco, la obra presenta ahora un aspecto es muy diferente al que ha tenido últimamente y se puede contemplar con el esplendor de su mejor época.También se han restaurado dos obras de la colección realizadas por Vicente Ameztoy (1946-2001), Sin título (c. 1972) y Sin título (Poxpolinak Arias Navarro) (c. 1978). “Estos dos lienzos -ha señalado Ruiz-Ozaita- han sido tratados mediante succión, fija y portátil, para la consolidación de la materia pictórica y la corrección de los soportes, donde también se han realizado reparaciones de algunos rasgados perimetrales. Se han limpiado las superficies y se han ajustado cromáticamente tanto las lagunas como los retoques procedentes de intervenciones anteriores”.
Siguiendo la costumbre iniciada hace cuatro años, la restauración ha llegado también a obras realizadas sobre papel, como esa docena de dibujos al carboncillo y tinta realizados por Roberto Laplaza (1842-1930), un especialista en importantes obras murales del que el museo bilbaíno posee un centenar de dibujos al carboncillo con representaciones alegóricas.
Una accidentada comida
Pero, sin duda, ha sido La comida (c. 1921-1922), un extraordinario óleo sobre lienzo de Alberto Arrúe, el que más trabajo ha llevado al equipo de restauración museístico. Este “cuadro proletario” como lo ha definido Viar, estaba muy deteriorado y su intervención era muy urgente. Representa a un trabajador de la ría de Bilbao en la pausa para comer el almuerzo que le han llevado su esposa e hijo. El cuadro, de respetables dimensiones (124,5 x 185,5 cms.), participó en una exposición individual de Alberto Arrúe que tuvo lugar en el Salón Müller, de Buenos Aires, en junio de 1922, junto con otras obras de semejante inquietud social. “Hemos tratado los barnices oxidados y el estrato superficial por procedimientos químicos y mecánicos con evidente riesgo, ya que el soporte se encontraba muy debilitado. Se han corregido las deformaciones y se le ha instalado en un bastidor nuevo. Hemos aprovechado para estucar y reintegrar las lagunas, y finalmente se ha barnizado y enmarcado. El resultado ahí queda”. Viar ha definido este acabado como fantástico, ya que se ha recuperado un cromatismo que parecía perdido.
La labor que realiza Iberdrola en el Museo de Bellas artes de Bilbao ha sido ensalzada por el Diputado General de Bizkaia. “La colaboración público-privada siempre es buena. Juntos no sumamos, multiplicamos”, ha señalado. Manuel Marín, por su parte, ha alabado la labor de los restauradores vascos y ha justificado la presencia en este tipo de actividades: “Iberdrola y Bilbao es una especie de matrimonio o pareja de hecho. Estamos abocados a colaborar, sobre todo en una empresa como ésta que es de lo más enriquecedora. En lugar de hacer grandes manifestaciones preferimos llevar a cabo la labor de conservación y rehabilitación. Es menos espectacular, pero más importante. También es significativo el programa de becas que tenemos para que los jóvenes aprendan y se dediquen a este tipo de actividad artística de resultados tan gratos como los presentes”. Se ha referido asimismo al programa específico que la entidad mantiene en esta pinacoteca para que los discapacitados visuales puedan apreciar la delicadeza del arte mediante el sentido del tacto.
En el acto ha habido referencias a la jubilación de Javier Viar como director del Museo de Bellas Artes de Bilbao prevista para el próximo semestre. Será sustituido por Miguel Zugaza que volverá al puesto que dejó cuando fue nombrado director del Museo del Prado de Madrid.