Toro: Ciudad monumental para las Edades del Hombre
por Carmen González García-Pando
Con la nostalgia de las vacaciones veraniegas finalizadas, el otoño es buen momento para hacer pequeñas escapadas y descubrir lugares casi desconocidos debido, la mayor parte de las veces, a no estar incluidos en los principales destinos turísticos.
Zamora, su provincia y, en concreto, la ciudad de Toro es un buen ejemplo de un maravilloso destino para visitar en cualquier momento del año. Una villa preciosa, declarada Conjunto Histórico Artístico, y que ha sido elegida sede de las Edades del Hombre 2016. Su ubicación estratégica propició que fuera capital de provincia en el siglo XIX, corte de reyes anteriormente y enclave de importantes conflictos entre cristianos y musulmanes.
Tierra de pan y de vino, Toro está atravesada de este a oeste por el río Duero y emplazada sobre un terreno elevado cuyas tierras se cubren fundamentalmente de viñedos, generando una cultura vitícola de alta calidad que ha sido protegida con la Denominación de Origen Toro.
Un recorrido por la historia
Según los restos arqueológicos se cree que Toro se identifica con el primitivo asentamiento vacceo de «Arbocala». De esta época sería uno de los símbolos actuales más significativos del lugar: el famoso verraco, un toro de granito que fue hallado en la ciudad y que para muchos es el origen de su nombre.La presencia romana es incierta, pues apenas quedan huellas y, a lo máximo, pudo limitarse a pequeñas villas en el entorno cercano. En los años sucesivos Toro fue repoblándose y adquirió una notable relevancia, pero no fue hasta el siglo XII cuando sufrió una notable transformación urbana y se convirtió en un importante centro de poder político, religioso y militar.
El poder militar se articuló entorno a la plaza del Alcázar, el civil en la plaza Mayor y el religioso giró entorno de la colegiata de Santa María la Mayor que, seguidamente, comentaremos.
En el siglo XIII la ciudad experimenta una gran actividad comercial, abandonando poco a poco la militar. La promulgación del primer fuero de la villa, otorgado por Alfonso IX de León, fue el detonante para el despegue de algunas de las actividades que hoy en día sustentan la economía toresana. Nos referimos a la horticultura y el viñedo.
Durante el siglo siguiente el desarrollo artesano y comercial se incrementó, se crearon agrupaciones de gremios, se estableció una feria franca y aumentó la diversidad de oficios. Reflejo de esta bonanza, fue la creación de monasterios, conventos, hospitales y numerosas viviendas señoriales.En resumen, Toro fue a finales de la Edad Media una de las principales ciudades de la Corona que poseía el derecho a votar en las Cortes de Castilla y fue escenario de la famosa batalla entre los partidarios de Juana de Castilla, la «Beltraneja» y los seguidores de Isabel la Católica.
Paseo de gloria y esplendor
Estructurada en forma de abanico, Toro acoge en su centro la espléndida colegiata de Santa María la Mayor. Sin duda, es la joya de la ciudad y, por tanto, elegida como sede principal de las Edades del Hombre durante este año.
Como ya hemos apuntado anteriormente, se construyó en el siglo XII, pero los trabajos no finalizaron hasta mediados del XIII. Esto indica que fue construida en dos etapas: en la primera se realizaron las portadas laterales y los muros; y en la segunda la cubierta y un cimborrio con torres adosadas que se encuadra en el grupo conocido de cimborrios leoneses que aparecen en las catedrales de Zamora, Plasencia y Salamanca.
Dos maestros participaron en su construcción. El primero empleó la piedra caliza y técnicas muy novedosas para la época. El segundo se decantó por elementos estilísticos más antiguos y por piedra arenisca en tonalidades rojizas.
La colegiata es una construcción característica del románico en su fase de transición y en su diseño influyó notablemente la Catedral de Zamora. De planta de cruz latina, de bóvedas de horno en la cabecera y de cañón en el crucero. En el hastial sur se encuentra una torre alta de planta cuadrada y el crucero se remata con el magnífico cimborrio de planta hexadecagonal.
De su exterior cabe destacar el Pórtico de la Majestad. Era la puerta principal del templo y fue construida en el reinado de Sancho IV de León y Castilla. De estilo gótico es uno de los testimonios decorativos más importantes de la zona. Narra la vida de la Virgen, de Cristo y el Juicio final. Dieciocho músicos decoran la sexta arquivolta y completan un conjunto sencillamente magnífico pues, a la belleza de los elementos, se suma la policromía original que aún conserva y que fue descubierta gracias a las últimas restauraciones.
En el interior del templo se debe visitar un pequeño museo situado en la sacristía, donde encontramos el fantástico cuadro de “la Virgen de la mosca” del siglo XVI y un “Calvario de marfil y carey” del XVII, así como una colección de orfebrería religiosa.
En el decreto de octubre de 1963, cuando Toro fue declarada conjunto histórico-artístico, se incluyó un buen número de edificaciones como Bienes de Interés Cultural. Además de la referida colegiata, la ciudad cuenta con un puente del XII que, aunque es conocido como el «puente romano» –porque ocupa el lugar que en su día tuvo otro de aquella época− su estilo es románico con 22 arcos apuntados.
Otra edificación que se incluye en la lista es el antiguo Alcázar. Construido en cal y canto rodado en el siglo X, es una típica arquitectura fortificada de forma rectangular con siete cubos macizos que poseyó una torre de homenaje, pero que desgraciadamente fue demolida en el XIX.
También hay que citar el Monasterio de Santa Sofía con su peculiar y elevado torreón de ladrillo que, en la actualidad, es un convento de monjas de la orden premostratense.Y, hablando de torres, hay que citar la más famosa de la ciudad: la Torre del Reloj.
Es de estilo barroco, edificada en sillería caliza y que se levantó sobre la puerta del mercado, acceso principal del primer recinto amurallado de Toro. Cuenta la leyenda que se utilizó vino para hacer la argamasa, ya que en aquel entonces abundaba más que el agua en la ciudad. Lo cierto es que es uno de los edificios más emblemáticos y que su nombre se debe a que cobija el reloj de la villa.
Otro lugar a tener en cuenta es el monasterio del Sancti Spiritus. Todo el edificio con su iglesia, el refectorio, sacristía, patio interior y, especialmente, su magnífica colección de sargas policromadas del XVI, convierten a este lugar en lugar imprescindible de visita. No podemos olvidar los exquisitos dulces que sus monjas dominicas preparan.
Otros lugares relevantes son los monasterios de Santa Clara y Santa Sofía, junto a iglesias como la de San Lorenzo el Real, de estilo románico mudéjar, o San Sebastián. Recintos religiosos que, por la escasa promoción que se hace de ellos, pasan casi inadvertidos al visitante.
Y, finalmente, en cuanto a edificios civiles no podemos dejar de mencionar la portada del palacio de las Leyes, el Ayuntamiento, la Plaza Mayor porticada, y palacios como el de los marqueses de Castrillo, condes de Requena o marqueses de Alcañices.
En definitiva, estamos ante un magnífico conjunto de casas señoriales, conventos, iglesias y monasterios que dan idea de la importancia de esta ciudad y el por qué ha sido elegida como sede de la XXI edición de las Edades del Hombre.
Toro 2016: AQVA
Las aguas del río Duero crea una división natural entre la conocida zona norte o «Tierra del Pan» y la situada al sur o «Tierra del Vino». En la edición pasada de las Edades del Hombre, Eucharistia, celebrada en Aranda de Duero, se trató el pan y el vino. Ahora Toro se ha centrado en el agua y así lo ha expresado con una sola palabra latina para referirse a la exposición: AQVA. Es la primera vez que una exposición de estas características recurre a este elemento natural como hilo conductor del mensaje religioso que se intenta transmitir.
El cartel presenta unas manos que a su vez reciben y transmiten el agua, evocando el gesto del bautismo. Una imagen que se completa con la tipografía de la palabra AQVA con forma de pez, signo de reconocimiento entre los primeros cristianos de la iglesia.
Como en anteriores ediciones, la muestra recoge de piezas muy selectas del patrimonio histórico-artístico español, fundamentalmente de Castilla y León. Se han seleccionado autores como Berruguete, Zurbarán, Juan de Juni o Gregorio Fernández, pero también se ha querido presentar firmas contemporáneas como Antonio López o Carmen Laffón. Es decir, un diálogo entre lo clásico y moderno que su comisario, José Ángel Rivera de las Heras, ha buscado entre las diferentes manifestaciones artísticas para analizar el agua «desde el punto de vista antropológico y teológico».
La exposición, articulada en seis capítulos repartidos entre la Colegiata de Santa María la Mayor y la Iglesia del Santo Sepulcro, dedica los cuatro primeros en el primer templo, bajo los epígrafes de Agua de vida, Preparando caminos, Los cielos se abrieron y Cristo, fuente de agua viva.En ellos el agua es tratada desde perspectivas diferentes que van desde la antropológica, la mitología clásica, pasando por el agua en la historia de la salvación (los textos bíblicos, los acontecimientos del Antiguo Testamento, el significado del bautismo…), la figura de San Juan Bautista y, finalmente, la relación de Cristo con el agua durante su vida terrena (bodas de Caná, encuentro con la samaritana en el pozo de Sicar, el lavatorio de los pies, el Calvario…).
Los otros dos capítulos, que se estudian en la Iglesia del Santo Sepulcro, tratan sobre El bautismo que nos salva, dedicado a este sacramento y a los objetos usados en su liturgia; y Renacidos por el agua y el espíritu, donde se finaliza con los hombres y mujeres santos que han sido testimonio de la vinculación con Cristo y a quien se unieron íntimamente por el bautismo.
Arte en la mesa
Después de este recorrido por las Edades y por las numerosas joyas arquitectónicas de la ciudad, el visitante necesitará un descanso. De modo que nada mejor que visitar alguna bodega y catar así sus buenos caldos.Y, si es posible, degustar también la gastronomía castellana en general, donde verduras y hortalizas acompañan bien unas estupendas carnes, quesos y embutidos. Eso sí, en la localidad no deje de probar sus Calandracas. Es una tapa típica toresana que podemos degustar en cualquier bar y restaurante de la ciudad.
En cuanto a postres, destaca el bollo coscarón o también conocido como repelada. Suelen recordar en sabor a las tortas de chicharrones típicas de otras muchas localidades en España, porque se hacen con los mismos ingredientes base. Pero, lógicamente, en la zona se le da un toque diferente y especial. Y destacan también las torrijas que, aunque son un postre típico de Semana Santa, en la localidad se disfrutan durante todo el año.
Con un excelente vino con Denominación de Origen, en Toro no puede faltar en la mesa para acompañar cualquier plato, pero también se convierte en ingrediente de algunos, como los melocotones al vino tinto. Es un postre típico que siempre está presente en la mesa en las celebraciones más especiales. ¡Un placer para los sentidos!