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Antonio Crespo Massieu: El peluquero de DiosBartleby Ediciones, 2009. 120 pp.Por Alberto García-Teresa Antonio Crespo Massieu demuestra en ella un buen manejo del ritmo narrativo y gran dominio en la creación de tupidas atmósferas. Éstas están articuladas en torno a dramas personales de unos individuos dispares pero pertenecientes a unas mismas (he ahí la importancia del volumen como mosaico de historias, para apreciar esas coincidencias) condiciones sociales: los desfavorecidos, los débiles, los desprotegidos, los idealistas en tiempos en los la fuerza es quien gobierna. Se observa una absoluta determinación del recuerdo como elemento conductor de la narración. Por eso cobran tanta relevancia las ausencias. En ese sentido, en mayor o menor medida, en los siete cuentos aparece la infancia como espacio idílico evocado, como lugar en el que se desarrollan buena parte de los antecedentes de las historias. Igualmente, también lo hace como contrapunto tierno a una angustiosa realidad, puesto que se detecta un ambiente de pesadumbre, de tibia desolación como tono general de la antología. Con todo ello, Crespo logra plasmar unas descripciones muy evocadoras. Además, en sus piezas apenas hallamos diálogos o bien éstos son escasos. A nivel argumental, las historias no pretenden ofrecer relatos sorprendentes, con vueltas de tuerca o revelaciones abrumadoras. Los cuentos no buscan atrapar por sus hechos sino por sus atmósferas, por la grandeza de las pequeñas historias de sus personajes. En ese sentido, con habilidad el autor esconde la tragedia entre un ambiente de normalidad, mientras ha estado potenciando otras sensaciones. De este modo, sin afán de ocultación, expone algunas capas de sus ricos personajes para luego profundizar en otras con mayor trascendencia. Si nos acercamos pormenorizadamente a cada relato, en primer lugar encontramos "Un olor a verbena". Se trata de un excelente retrato del extrarradio, donde se ubica la acción, y presta una inusitada atención a la nostalgia. Aunque encierra detalles localistas, traza un escenario genérico. La desesperación de la condición social del protagonista se traslada a los acontecimientos biológicos (su bebé enfermo), pues en ambas situaciones se genera una férrea determinación de supervivencia. Ésa es, en verdad, la intención del cuento: una celebración de la vida sobre la dificultad. En "La última clase", por su parte, pesa más el sentimiento desalentador: "Todo está desierto y la clase entera tiene un aire de desolación tan definitivo", expresa el protagonista, un viejo profesor que, en los últimos momentos antes de abandonar definitivamente su instituto, hace balance de su vida. Así asistimos a la evaluación del progreso de su desencanto, del abandono paulatino de la magia y la ilusión por la educación. Destaca en él la construcción de la atmósfera, cómo va girando sobre su objetivo hasta centrarse y sacar a la luz el verdadero sentido del recuerdo: el remordimiento y la oposición real entre discurso y acción. La pieza que da título a la antología, "El peluquero de Dios", se trata de uno de los cuentos más sobresalientes del volumen. Aporta una visión intimista de un gastado drama histórico (pero no por ello menos contundente), oxigenando viejos clichés gracias al estilo y la angustia del personaje. Escribe Antonio Crespo Massieu en "Una fotografía": "su historia es parte de mi biografía". De esta manera, nos demuestra cómo enlaza e interioriza las relaciones entre dos personajes, cómo aparecen sus resonancias, sin patetismos. El siguiente relato, "Pequeño paisaje con mirada", contiene ecos cortazianos, o bien muestra cómo el deseo puede reconfigurar la realidad. A continuación, "Madrid en otoño" nos lleva hasta la dictadura argentina y nos ubica también de nuevo en el entorno estudiantil durante el franquismo (como en "La última clase"). Quizá emplea arquetipos más comunes, pero los sabe empapar de una poderosa atmósfera singular. El autor usa la yuxtaposición como principal recurso sintáctico con fines expresivos. Con ello consigue ganar agilidad, velocidad, dentro de un ritmo más moroso. El contraste es especialmente efectivo en momentos como la descripción de los bombardeos sobre Portbou en el último cuento, "El regreso". Éste, además de ahondar en la represión, en el terror, también ofrece una de las claves del libro, la cita con la que se iniciaba esta reseña: "A veces hay que regresar, tomar distancia. Luego mirar". Bajo esta óptica hay que entender el ejercicio de memoria que es El peluquero de Dios. Lejos de la nostalgia, es una manera de tratar de comprender la realidad y a las personas que han formado y forman algunas de las partes más frágiles de la Humanidad: los silenciados por el miedo. |
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50 - Octubre de 2009 |
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