Buscar en Arteshoy | |
Tomás Eloy Martínez: PurgatorioAlfaguara. Madrid, 2009. 296 páginas.Por Alberto García-Teresa Emilia se encuentra con su marido Simón, que lleva treinta años muerto, en una cafetería. Pero este hombre se mantiene exactamente igual que en la fecha de su desaparición, y parece que la ausencia tampoco ha hecho mella en él. Con esta excusa narrativa, Tomás Eloy Martínez nos habla de los desaparecidos de la dictadura argentina, y de la propia dictadura en sí, pues Simón es uno de ellos. De esta manera reproduce un retrato de la tensión de la época, una denuncia de la tortura policial, del desquiciado ambiente y de la desatada crueldad. Con un cuidado desorden temporal (que busca producir una ligera confusión que se amolde a la confusión de la memoria y al propio shock de los personajes), asistimos al duelo de Emilia, que observa todo ingenuamente, creyendo a su gobierno. El autor trabaja a través de la protagonista los sentimientos de pérdida, de la soledad, la esperanza y la necesidad de ilusión. El no haber visto el cadáver de su marido ha dejado en ella (y en miles de argentinos) una herida abierta. La fantasía, así, se alimenta de su debilidad: "Si supiera dónde está su cuerpo, no viviría este calvario", afirma. De esta manera, subyacen las implicaciones de la filosofía "lo que no se ve no existe"; piedra angular de esa dictadura (y tantas otras) y leit motiv de la protagonista. El lema, además, se repite constantemente en la obra en boca de diversos personajes, del tal modo que el autor logra universalizarlo. Tomás Eloy Martínez traza un paralelismo en ese sentido con la cartografía (que configura o representa la realidad dependiendo de su fiabilidad). No es casual que el autor haya elegido esta profesión, cartógrafos, para la pareja protagonista. Emilia es un personaje bien trabajado y conseguido. Encierra distintos complejos, ligados casi todos esencialmente a la dependencia (del padre y del marido). Su mirada ingenua permite enfocar la historia y los acontecimientos desde una perspectiva especial, insostenible fuera de sus coordenadas. En ella, además, se producen múltiples contradicciones, puesto que es hija de un prestigioso doctor conservador, de notabilísima influencia en el régimen. Esa posición nos permite asistir a un enfoque desde dentro de los sucesos, desde la perspectiva de una mujer que no puede alcanzar a comprender la ilógica del terror de la ilógica represiva. Narrado con rotundidad, el autor elimina los elementos tipográficos que diferencian los diálogos, e incluso juega con la confusión de tiempos verbales y voces. Así, presenta un bloque narrativo compacto. Se va desvelando la irracionalidad, la ilógica y las consecuencias contra natura de la moral e ideología que sustenta la dictadura. La hipocresía entonces se manifiesta en la trama y refuerza la condena a quienes cimentaron su sistema con cinismo y rencor. De esta manera, el escritor representa cómo la corrupción y el abuso de poder son moneda corriente en un sistema totalitario. Conforme avanza la novela cobra mayor protagonismo el padre de Emilia. Como contraprestación, tanto ésta como su marido (el misterio de su reaparición no vuelve a abordarse, y queda sin resolverse y sin la suficiente evolución como para poder hablar de un final abierto) desaparecen. Parece que el narrador se desviara para adentrarse en otros asuntos, por lo que como resultado asistimos a una obra un tanto desnortada. Con respecto al citado padre, él es la figura perfecta para hablar de la esencia ideológica de la dictadura y su disolución en una democracia formal. Siguiendo sus pasos, Martínez critica la imparcialidad y la pasividad de la justicia, en estas situaciones. En el último tercio de la obra, el más flojo del volumen, se centra en él casi exclusivamente y nos revela los múltiples y atroces tejemanejes del Poder que buscan hacer desaparecer la disidencia. El novelista nos presenta de este modo un sistema paranoico, a la defensiva, que se pierde en sus grandes ideas y que reformula (a golpe de cadáveres) la realidad para que se ajuste a sus principios. Así, pues, Purgatorio es una novela correcta,
que transita por la delgada línea de la irrealidad y la realidad;
el presente, la memoria y el deseo. Peca de amplitud de foco narrativo,
que lleva la trama a casi la yuxtaposición en último extremo,
sin un enlace causal sólido, en un marco narrativo tradicional.
Con todo, debemos destacar el tratamiento del personaje femenino de Emilia
y la búsqueda del relato a través de la memoria; los dos
puntos fuertes del libro. |
Nº
46 - Junio de 2009 |
© ArtesHoy.com - Todos los derechos reservados |