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Stanislaw Lem: Vacío perfectoEditorial Impedimenta. Madrid, 2008. 342 págs.Por Alberto García-Teresa Así, este volumen se compone de extensas reseñas de novelas imaginarias, en la línea que ya practicara, por ejemplo, Borges. Sin embargo, aunque Stanislav Lem no busca engañar a nadie, sino poner en práctica un nuevo acercamiento a la narración. Por ello, se revela como un portento imaginativo realmente memorable; un canto a la capacidad creativa del arte y la ambición reflexiva. Mediante una escritura agilísima, extraordinariamente medida y contenida, va desgranando toda una sorprendente serie de libros de gran originalidad y hasta extravagancia. Al plasmar el contenido de las obras, él mismo se convierte en narrador. De este modo, puede dialogar y explorar así cuestiones morales, éticas y filosóficas. En ese sentido, resulta interesantísimo puesto que agrupa ideas y proyectos literarios sumamente potentes. Muchos, incluso, son directamente irrealizables, y, si no fuera por este acercamiento, no podrían ser plasmados. Pero su mero planteamiento aporta ya una vigorosidad sublime. Además, el autor directamente trabaja los conceptos, las historias, los presupuestos de cada título reseñado. El escritor polaco logra dotar a cada exposición de una hondura y un rigor que supera con creces al primer nivel de lectura; el cómico, el lúdico. Como he indicado, no quiere detenerse en intentar hacer creer que son volúmenes reales. Así, resulta en ese apartado muy llamativo que escriba él mismo una crítica sobre el propio Vacío perfecto, siguiendo el mismo método, términos y ojo crítico. De hecho, alude a un prólogo con una declaración de intenciones inexistente, y así escribe esos presupuestos de manera indirecta, tal y como hace con el resto de libros. Esto también convierte al lector en partícipe, pues le obliga a contribuir a construir la obra reseñada y, al mismo tiempo, le da pie a introducirse en ella y rellenar los huecos no resueltos. Lem transcribe fragmentos literales de los libros comentados (lo que aumenta la sensación de ingravidez, por otra parte) y relata, cuenta, los argumentos. Extrae de las obras, que parten de una potente y peculiar premisa, lecturas filosóficas y metafísicas, y consigue, de esta manera, plasmar la “novela total” que no (se) puede escribir de forma directa. Sin embargo, al mismo tiempo, también juega a denunciar el "traje nuevo del Emperador". En efecto, por momentos, no sabemos si está ridiculizando el alarde de erudición o si quiere sumirse en una espiral desconcertante de interpretaciones. Desde ese punto de vista, Lem ejecuta un homenaje a la Hermenéutica más rigurosa e inquieta. Como el propio escritor explica en esa primera reseña, encontramos dos grupos de críticas en este volumen: las que son apuntes, "borradores" de novelas, que actúan como embriones, apuntes, de las obras. También hallamos otras, a mi juicio las más interesantes y sugestivas, más trabajadas, que analizan un título concreto comparándolo con otra o partiendo de un modelo. Sin embargo, no entiendo que estos textos sean parodias, sino que utilizan los modelos como plataformas. En ese mismo apartado se incluyen los libros que no podrían ser recogidas de manera distinta. En cualquier caso, esto no es un mero juego o una demostración de habilidad y sabiduría literarias. Se trata de un ejercicio de exploración narrativa. Esto se demuestra con en el ritmo conseguido en cada artículo, en la calidad de las herramientas empleadas, los referentes con los que hace malabares y la filosofía que introduce y expone en cada párrafo. Todo ello viene a ratificar que Lem (ese autor de los memorables Diarios de las estrellas o la magistral Solaris) posee una capacidad literaria extraordinaria y un dominio del relato sobresaliente; una gran capacidad para dotarle de distintos niveles de lectura, todos ellos con sus propias proyecciones. De esta manera, Vacío perfecto proporciona
placer intelectual en estado puro e, igualmente, muestra a un autor capaz
de unir alardes técnicos y ambición narrativa. |
Nº
43 - Marzo de 2009 |
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