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Elia Barceló: Disfraces terribles.Lengua de Trapo. Colección Nueva Biblioteca nº 91. Madrid, 2005Por Alberto García-Teresa Elia Barceló ha conseguido mantener una voz propia entre toda la maraña de géneros que ha tocado en su trayectoria literaria. Ciencia ficción, fantástico, terror, novela negra, relato infantil y juvenil... En ese sentido, cabe resaltar El vuelo del hipogrifo, que fue considerada el arranque de la roman fussion en castellano por su amalgama de registros y géneros. De ese punto de encuentro, Elia extrajo una novela cosmopolita y europeísta, basada en los personajes, en tramas detectivescas y en elementos fantásticos. Disfraces terribles, el presente libro, se inscribe en esa trayectoria, aunque con un resultado más homogéneo e integrado que aquel volumen. La obra nos cuenta la peripecia de Ari, un joven filólogo, que comienza a redactar la biografía de Raúl de la Torre, un brillante escritor argentino de la segunda mitad del siglo XX; y por ello se traslada a Paris y empieza a entrevistarse con sus allegados. La sombra de Julio Cortázar es alargada, y la autora potencia las evocaciones al jugar con el imaginario de éste que tiene el lector. La carrera de De la Torre encuentra numerosos paralelismos con la de Cortázar: ambos son argentinos, coetáneos, escritores básicamente de relatos pero con novelas que son la cota más alta de su obra, con una aceptación que sufrió las mismas etapas, que evolucionaron hacia el compromiso marxista... El París de Disfraces terribles es el París de Rayuela; un Paris bohemio, existencialista, de librerías de viejo y cafés, apasionado por el jazz. De hecho, Cortázar aparece en algunas ocasiones en la historia como una referencia, como un escritor argentino absorbido por el boom, y Rayuela es una obra real que sirve de inspiración para la primera novela de Raúl de la Torre. En ese sentido, la historia refleja el fetichismo y la mitificación por un autor como sólo un filólogo puede llegar a sentir; como sólo una filóloga como Elia Barceló, que realizó un estupendo análisis, precisamente, de Cortázar, es capaz de transmitir. La fascinación por los textos arrastra a Ari hacia casi el fanatismo, que le hace mantener una relación íntima con el autor. La literatura es una dimensión inédita e inexpresable a la que sólo se puede acceder mediante lo material, y Ari trata de comprender su experiencia mediante la vida del autor. Pero la figura de Raúl de la Torre devora a todos los personajes, no sólo a Ari. A través de esa biografía, nos adentramos en el mundo de Raúl y en el tortuoso juego de relaciones –donde, debemos destacarlo, Cortázar ya desaparece– en el que se involucró. Su presencia gravita sobre la novela como si fuera un personaje vivo, y su influencia sobre la vida del resto de personas que lo rodeaban fue, y sigue siendo, tan determinante como para acabar arruinándolas. Amelia, la primera esposa del escritor, y André, su amigo homosexual, serán las principales fuentes de información. Con sus revelaciones, poco a poco, se forja la personalidad de Raúl mientras se define la del resto, incluidos otros personajes evocados. Lentamente, los nuevos datos, cada vez más asombrosos, lo iluminarán de manera diferente y, mientras va acotando su personalidad, al mismo tiempo, la va difuminando. La compleja y tupida red de sentimientos y relaciones adquieren aún más fuerza porque posee resonancias del pasado. Como la brillante El secreto del orfebre, la historia juega con el tiempo y lo pretende anular para que una vida vigorosa triunfe sobre él. El libro traza simetrías y paralelismos de gran efectividad, que no se limitan al divertimento retórico; unos recursos que utilizaría el propio Raúl de la Torre. De hecho, la narración sufre continuos saltos en el tiempo. La vida de Raúl se construye a base de recuerdos, y por ello se recurre a flashbacks y a evocaciones del pasado, con lo que se entremezclan distintas líneas temporales. En ese sentido, la novela es muy introspectiva, pues incluso los hechos contemporáneos se cuentan a través del recuerdo. En ese plano se producen las confesiones y las revelaciones, que conoce sólo el lector, que sabe más que los personajes, pero que no se desvelan en realidad. Cabe resaltar los pasajes de recuerdos idealizados, que adquieren una cadencia más melancólica, un ritmo pausado, una atmósfera nostálgica y una prosa más evocadora, aunque Elia se centra en la precisión léxica a lo largo de toda la obra. De esta manera, la autora sortea una novela que podría estar cargada de diálogo, debido a las entrevistas que sostiene el protagonista, introduciendo las evocaciones en primera persona de los personajes, dictados de diarios y cartas, recortes de prensa y otros textos. Elia se adentra cada vez más en el plano sentimental, donde trabaja con los equívocos y con la emotividad del lector. Así, demuestra la fuerza del amor, que es el motor de todos los personajes y su nexo de unión. En el estudio para completar la biografía, la autora ensambla una trama detectivesca, casi de espionaje en algunos momentos, que, tras ir dejando un goteo continuo de giros y descubrimientos, aún se guarda en la manga sorpresas para determinar el final. El misterio, sin embargo, a pesar de estar dotado de una gran fuerza, no domina a los personajes, que son los principales pilares de la obra. En resumen, Disfraces terribles es un ejercicio
de amor a la labor filológica, más allá del mero
homenaje, ya que Elia ensalza su entusiasmo, su ardor, pero reconoce que
la mitificación y la erudición simplifican la vida y llegan
a ocultar lo más importante: el drama individual que se esconde
tras cada obra literaria y tras su autor. Así mismo, es una intrigante
novela sobre los recuerdos y la memoria, sobre el pasado que acecha y
cerca el presente. La memoria se construye, altera y pervierte los hechos,
los salva a base de mentiras piadosas, y reafirma que cada personaje sigue
guardándose sus secretos y su propia historia. Porque, como indica
la novela, "qué es el recuerdo si no una fábula".
Y como fábula, como novela abierta a diferentes niveles de reflexión
y como ejercicio narrativo, Disfraces terribles es un gran libro. |
Nº
34 - Junio de 2008 |
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