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John Berendt: La ciudad de los ángeles caídos

Editorial Mondadori, Barcelona 2006. 368 págs.

Por Iván Gallardo

Arde La FeniceJohn Berendt
El 29 de enero de 1996 se declaraba un incendio en el famoso teatro de La Fenice cuando estaban a punto de terminarse las últimas obras de su remodelación. En pocas horas había ardido como una chimenea furiosa quedando en pie solo las paredes del edificio. La gente congregada alrededor del campo de San Fantin todavía escuchaba cómo se retorcía el interior de madera del teatro cuando ya empezaban a circular entre los curiosos distintas versiones sobre lo sucedido. Desde que fuera inaugurada en 1772, no era la primera vez que la ópera desaparecía pasto de las llamas. Al día siguiente, en un polémico pleno, el conocido filósofo y alcalde de Venecia, Massimo Cacciari, se apresuraba a prometer que encontrarían a los culpables y que en poco tiempo reconstruirían La Fenice Dov´era e com´era, pero algunos escépticos ya pensaban que la candidez del alcalde le impedía reconocer la especial idiosincrasia de Venecia y de los venecianos.

Cuidado: caen ángeles
A los pocos días llegaba a Venecia un escritor que había tenido la suerte de que Clint Eastwood adaptara al cine su novela Medianoche en el jardín del bien y del mal, lo que le había supuesto jugosos beneficios económicos que pensaba dilapidar en una larga estancia en la ciudad. Pero aquel incendio iba a cambiar por completo sus planes dando como resultado el libro que hoy nos interesa, La ciudad de los ángeles caídos (Mondadori, 2006), cuyo título surgía a partir de un cartel –Cuidado: caen ángeles- que Arrigo Cipriani, dueño del Harry´s Bar, había situado enfrente de la muy cabalística y muy rosacruz iglesia Santa María della Salute cuando esta sufría las obras de restauración de sus ornamentos de mármol.

Medias verdades
John Berendt" En Venecia todo el mundo actúa. Los venecianos nunca decimos la verdad. Queremos decir exactamente lo contrario de lo que decimos." Este es el primer consejo con el que se encuentra John Berendt cuando decide inmiscuirse en el asunto de la Fenice y empieza a indagar sobre el incendio. Advertencia que, tomada al pie de la letra, plantea de entrada un endemoniado problema, ya que le obliga a desconfiar de esas mismas palabras. Por eso la labor de Berendt se va a ir desarrollando en medio de una grandiosa puesta en escena –la ciudad misma- y con unos intérpretes –los venecianos- a los que nunca se termina de desenmascarar. Discreción, paciencia, contactos adecuados, pocas pero doctas lecturas, y conversaciones, muchas conversaciones. Estas son las herramientas de Berendt para desligar las huidizas verdades de las alambicadas simulaciones que los venecianos tan generosamente ofrecen con extraño equilibrio. De ahí que el libro sea un manual para el perfecto diplomático. Es más, todo diplomático debería pasar una temporada en Venecia, pero no para disfrutar de unas vacaciones, sino para aprender el oficio.

El arte de preguntar
Ciertamente el libro de Berendt no es una novela, sino que se encuentra más cerca de la no ficción, de la crónica periodística, ya que incluye las conversaciones reales con todos sus protagonistas que se identifican con sus nombres verdaderos. El incendio de La Fenice solo es la anécdota inicial, la excusa para presentar un sin fin de historias sobre los venecianos y su especial carácter. Lo cual concede al libro una buscada dispersión que permite a Berendt atender a muy diversos temas y personajes. Para ello se sirve de una abultada agenda de contactos (indispensable para entrar en ciertos lugares y conocer a ciertas personas) y una peculiar habilidad para hacer preguntas y sonsacar a sus interlocutores el máximo de información. De esta manera Berendt desvela al lector, poco a poco, un complejo mundo de disimulo y apariencias, muy bizantino, plagado de estrictas normas no escritas y constantes sobreentendidos.

Un libro sobre los venecianos, no sobre Venecia
Frutero, oligarca o artista, conocer venecianos no es sencillo. En primer lugar porque casi no quedan –menos de setenta mil- fagocitados por las mareas de turistas que inundan la ciudad. Por eso hay que tener tiempo, y el tino de no aparecer por allí ni en carnaval ni en verano. Y en segundo lugar, porque Venecia es muy pueblerina en algunos aspectos y la desconfianza de sus habitantes (todos se conocen) hacia el foráneo entorpece muchos acercamientos. Y aquí estriba el mayor logro del libro, el de haberse fajado de la tentación del callejero erudito, de la lista de monumentos y lugares mágicos y del carrete de postales costumbristas paJohn Berendtra aproximarse a sus habitantes y a sus historias. El catálogo es extenso, pero destacan personajes como Archimede Seguso, maestro del vidrio cuya herencia desata una terrible lucha entre sus hijos, Massimo Donadon, dueño de la mayor empresa de raticidas del mundo cuyo secreto consiste en elaborar sus venenos a partir de la dieta de los habitantes de la zona, Mario Stefani, poeta local cuya muerte se ve envuelta en extrañas circunstancias, Giampietro Zucchetta experto en los puentes de Venecia (443), en el acqua alta y en incendios, el incansable fiscal Casson cuya cara se enrojece cuando algo no le gusta... Incluso mayor interés suscitan los personajes ubicados en el poder, la fama, el dinero o el rancio abolengo y las historias que les rodean. De entre ellas destacaría dos. La que narra las sórdidas rivalidades de varios directivos de la famosa entidad Save Venice, y la de los administradores de la colección Peggy Guggenheim y sus tentativas de expoliar a Olga Rudge, compañera y heredera de Ezra Pound. También sobresalen algunas conversaciones con miembros de las más antiguas familias venecianas (con el conde Giovanni Volpi, hijo de Giuseppe Volpi di Misurata, fundador del Festival de Cine de Venecia, creador del puerto de Marghera y Ministro de Economía de Mussolini, con las condesas Lesa Marcello y Barbara Berlingieri...) de las que brotan algunos destellos para comprender cómo funciona realmente el poder en una ciudad que ha sido durante siglos su más perfecta metáfora.

El efecto Venecia
John Berendt El 15 de diciembre del 2003 La Fenice volvía a inaugurarse por enésima vez. Dos electricistas habían sido acusados de provocar el incendio, pero el que ha leído el libro de Berendt sabe que esa es tan solo una minúscula parte de la historia del incendio de un teatro que, nunca mejor dicho, renacía de sus cenizas, igual pero también diferente al de antes. Durante el libro Berendt nos ha enseñado una manera de estar en Venecia, ensimismada y ambigua, pero dejándonos con la certeza de que si ese enigmático cadáver que dejó Napoleón en 1797 posee ciertas historias, él ha conseguido extraer algunas de donde se ocultaban y ha sabido cómo contarlas.
"El ritmo de Venecia es como la respiración [...] Los venecianos no giran en absoluto al ritmo de las ruedas. Eso queda para otros lugares, para lugares con vehículos motorizados. El nuestro es el ritmo del Adriático. El ritmo del mar. En Venecia el ritmo fluye con la marea, y la marea cambia cada seis horas.[...]
La luz del sol en un canal se refleja en el techo a través de una ventana, luego del techo a un jarrón y del jarrón a una copa o un cuenco de plata. ¿Cuál es la luz real? ¿Cuál es el reflejo real?
¿Qué es verdad? ¿Qué no lo es? La respuesta no es sencilla, porque la verdad puede cambiar. Usted puede cambiar. He aquí el efecto Venecia."
(Palabras del conde Girolamo Marcello a John Berendt)


 

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Nº 14 - Octubre de 2006

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