Fantasmagoría. Dibujo en movimiento.
Museo Colección ICO. Madrid. Del 18 de enero al 8 de abril de 2007
Por Ángela Rubio Rojo
Gracias
a la progresiva aceptación del video como género artístico
e impulsado por la gran vitalidad y renovada importancia del dibujo en
el arte contemporáneo reciente, el dibujo animado vive uno de sus
mejores momentos gracias a su poder comunicativo y a su carácter
inmediato. Los artistas, ven en esta técnica una atractiva capacidad
de construcción y comunicación que con sencillez y economía
de medios les permite llegar de forma directa al público y expresar
su visión de las cosas, del mundo que nos rodea. El dibujo es,
en todos estos trabajos, fuente de imaginación y fantasía
pero también evocador de los sentimientos más íntimos.
Las fantasías.
Fantasmagoría; Arte de representar figuras por
medio de una ilusión óptica. Ilusión de los sentidos
o figuración vana de la inteligencia. Esta
es la esencia de las treinta y cinco creaciones de 14 artistas que se
pueden visionar en esta exposición. El título de la muestra
es un homenaje a la obra homónima realizada en 1908 por Emil Cohl
–pionero y piedra fundacional de los dibujos animados- considerada
por los historiadores como una de las primeras animaciones. Un video proyectado
de esta obra, abre la muestra. Se trata de un corto de animación
en el que sobre fondo negro se ve la mano de un artista dibujando rápidamente
con líneas blancas un relato ilógico de crueldad y tortura
ejecutada por personas y objetos en guerra. Una guerra en la que la animación
y la creación de vida vencen siempre a la animación como
reflejo de la utopía, la fantasía o simplemente la esperanza
inherente al ser humano.
Esa
denuncia y crueldad de injusticias que sufre el hombre, especialmente
en algunas zonas del planeta, es el objetivo de artistas como Kara Walker
(California 1969) acostumbrada a situar sus trabajos en un periodo muy
concreto de la historia norteamericana –1778 con la legalización
de la esclavitud y 1863 con la proclamación de la emancipación-
nos presenta una producción realizada a base de siluetas y cicloramas
sobre la esclavitud en EEUU. Recogiendo la tradición que va de
El Bosco a Goya, Walker explora la naturaleza sexual del poder, el dominio
y la sumisión.
Del mismo modo William Kentridge (Johannesburgo, Sudáfrica
1955) cuya obra constituye una visión de la compleja historia de
Sudáfrica, más ampliamente de la naturaleza humana, sus
emociones y mecanismos de memoria. En Tide Table el artista nos
dibuja la Sudáfrica del apartheid y las transformaciones
sociales vividas en el país en la década de los ochenta
y noventa. Destaco aquí la técnica empleada: un sistema
de borrado y redibujado en el que Kentridge realiza un dibujo a carboncillo
lo fotografía, introduce cambios, borra y redibuja y vuelve a fotografiar.
En este contexto de denuncia de las crueldades destaca
también la obra de Gu Dexin (Beijin, China 1962) que con
esquemáticos dibujos en blanco y negro de apariencia infantil e
inocente presenta ejemplos extremos de crueldad y abuso del poder: el
disparo con un cañón como respuesta desproporcionada a cualquier
tipo de revuelta; interferencia del poder en las relaciones personales
o los fusilamientos indiscriminados que parecen un juego de feria. Esta
serie de ocho videos en hilera, en realidad pequeñas acciones de
unos pocos segundos que se repiten en bucle permanente, fueron mostrados
por primera vez en la edición del año 2003 de la Bienal
de Venecia. Resulta casi imprescindible ponerse los auriculares y escuchar
la música simple y repetitiva que enfatiza el mensaje.
La utilización de la animación como instrumento
de subversión en este caso estética, es utilizada de manera
asombrosa creativa por Shahzia Sikander (Lahore, Pakistán 1969).
Con una mezcla de miniatura raiput e imaginería hindú
y musulmana reflexiona sobre la escisión política y cultural
que separa Oriente a consecuencia de la globalización. Intenta
derribar la falsa idea por la cual se identifica a oriente como
símbolo de la tradición y de occidente como reflejo de innovación.
En Némesis de 2003 –que según la mitología
griega es la diosa de la fortuna y la desdicha, de la felicidad y la venganza
pero en la simbología hindú equivale al mito de Pandora-
confluyen distintos aspectos culturales, ideológicos y técnicos.
Con una sencilla técnica de animación los diferentes iconos
poco a poco van conformando combinaciones orgánicas en una acción
repetitiva indefinidamente en bucle con un marcado tinte subversivo tamizado
por la hipnótica sensualidad y preciosismo formal. Me atrevería
a decir que es de las más interesantes de esta exposición,
única en la programación expositiva actual y cuyo recorrido
–correctísimamente diseñado- nos dirige por la senda
de la imaginación y la magia.
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