Antón García (ed.): «La prueba del once. Poesía asturiana del sieglu XXI»
por Alberto García-Teresa
Saltadera, 2015. 280 páginas
“Poesía contra la derrota” es como califica el responsable de esta antología, Antón García, a la práctica lingüística recogida en este volumen: poesía en lengua asturiana. Lo dice en el sentido de reivindicación idiomática y sociológica frente a la adversidad y los muros y obstáculos que se construyen ante ella. Con ese paradigma en mente, Antón García selecciona once poetas nacidos entre 1980 y 1993 que escriben en lengua asturiana, de quienes se recogen siete poemas (algunos inéditos). Así, indaga en unos jóvenes que, especifica, se toman en serio tanto a la poesía como al idioma que emplean.
El libro, que ofrece una edición muy cuidada, se abre con un prólogo en el cual García hace un recorrido sucinto por las antologías de poesía en asturiano (desde 1839), un análisis preciso de nombres y registros del género desde finales de la dictadura y, por último, plasma las líneas generales de la actualidad.
Sobre el repertorio que él ofrece, señala que se trata de escritores que suman a la preocupación lingüística el compromiso cultural y, en algunos casos, social. Explica que la mayoría operan con una perspectiva militante y con conciencia de grupo. Esto se manifiesta en la búsqueda de la comunicación pública en su propuesta, más que del retraimiento y de la burbuja literaria endogámica.En cuanto a los textos recogidos, cada poeta es presentado por una nota redactada por un autor distinto. También se incorporan las respuestas de cada uno de ellos a un cuestionario sobre temas de poesía, tradición literaria y asturiano, además de una breve poética.
Son comunes en este conjunto de piezas y de voces los referentes cercanos, cierta tendencia la mirada crítica o no complaciente de la sociedad y la línea clara en la enunciación. Destacan las piezas de María García (1992), quien ofrece una poesía repleta de plasticidad y de sensorialidad de gran poder de evocación, donde predomina lo acuático. También Alejandra Sirvent (1980), que, utilizando haikus y otros metros, mediante la acumulación de símbolos, objetos y referentes muy sugestivos construye atmósferas muy evocadoras, al tiempo que recogidas e íntimas. En ellas, se mueve la observación paisajística, el amor y la proyección del sueño.
Pablo X. Suarez (1981) despliega una poesía chispeante y fresca. Urbana, de tono irónico, golpes cómicos y parámetros algo canallas, busca la complicidad del lector que reconoce los referentes cotidianos, entre los que se cuela, en alguna ocasión, la denuncia social. Una poesía sobre la cotidianeidad también es la que practica Carlos Suari (1982), quien introduce igualmente la crítica contra la injusticia. Las piezas de Henrique G. Facuriella (1980) giran en torno a la identidad, su desdibujamiento, con tono algo desasosegante. A su vez, Sofía Castañón (1983) levanta un canto a lo humilde a través de una perspectiva vitalista constante. Iván Cuevas (1982) redimensiona el lenguaje para hablar de la cotidianeidad a través de la aplicación de las normas gramaticales al entorno y a las relaciones humanas en escenarios en los que se traspasa la conflictividad laboral y social. Por los textos de Rubén D’Areñes (1983) pululan la pareja, los familiares, los vecinos (el entorno inmediato, en suma) y hay que incidir en cómo tienen, en ellos, un papel muy destacado la memoria y el recuento del pasado. Sergio Gutiérrez Camblor (1985) emplea un registro narrativo en un conjunto de poemas nuevos, que no pertenecen a ninguno de sus dos poemarios publicados. Por otro lado, una apuesta supone la inclusión de Laura Marcos (1982), una autora aún inédita en libro. En sus versos, reflexiona sobre la individualidad, la soledad y lo colectivo. Finalmente, cierra el volumen Xaime Martínez (1993). Ese escritor se inspira en referencias culturales, tanto de la cultura popular y de consumo como las aceptadas como cultas (el Cid, La Guerra de las Galaxias, el tempus fugit, Bob Dylan…) y las emplea como base de su tono irónico y desacralizador, desenvolviéndose con ácida irreverencia.
De esta manera, La prueba del once ofrece un conjunto heterogéneo de autores que logra radiografíar la última poesía en asturiano reciente e impulsarla más allá del autorreconocimiento.