Josu Montalbán: «Alberto de Palacio, un soñador de la arquitectura del hierro»
por Alberto López Echevarrieta
Muelle de Uribitarte editores. Páginas: 186
Calificado como un arquitecto audaz dotado de ideas ilimitadas, Alberto de Palacio ocupa el último número de la colección “Bilbainos recuperados” que ha publicado Muelle de Uribitarte Editores con la colaboración de la Fundación Bilbao 700. La biografía “Alberto de Palacio, un soñador de la arquitectura de hierro” no ha sido fácil de escribir, en palabras de su autor Josu Montabán, porque el personaje da para mucho más que este libro. No es para menos, ya que el personaje fue siempre un hombre de creaciones colosales, como la Estación de Atocha, el Palacio de Velázquez y el Palacio de Cristal, de Madrid, si bien su obra maestra se encuentra sobre la ría de Bilbao, entre las orillas de Portugalete y Las Arenas, y se conoce popularmente como el Puente Colgante, hoy Patrimonio de la Humanidad.
Europeizando Bilbao
El libro, presentado por otro arquitecto, el alcalde de Bilbao Ibón Areso en una de sus últimas actividades públicas, se centra en la obra de un hombre muy singular que vio limitada su creatividad por la falta de respaldo económico, aunque los trabajos que llevó a cabo dan cuenta de la increíble imaginación que poseía. “Su Puente Colgante, coetáneo de la Torre Eiffel –señaló Areso-, es uno de los grandes referentes de la arquitectura vizcaína del siglo XIX y el único en su género que aún está en funcionamiento. Graduado en Barcelona como yo, Palacio dejó pendiente la realización de una galería urbana en Bilbao al estilo de la Galería Víctor Manuel de Milán, para la que era preciso cubrir parte del trazado de la ría a su paso por el centro de la Villa. Un proyecto singular, como singular fue también la vida de este hombre, llena de claros y luces”.
En realidad, la acepción “puente colgante” no le corresponde a esta obra, sino a otro puente que hubo antiguamente en el centro de Bilbao y que, ese sí, era colgante por mantenerse sobre gruesos cables. Dio origen a la famosa canción local que dice “No hay en el mundo / puente colgante / más elegante / que el de Bilbao”. Una riada se lo llevó y el término se lo aplicó el pueblo a la obra de Palacio.
Huyendo del conquistador de El Álamo
Martín Alberto de Palacio y Elissague nació el 2 de enero de 1856 en un pequeño y precioso pueblo del sur de Francia llamado Sara, famoso como su inmediato Zugarramurdi, por sus brujas medievales y porque allí vivió su exilio el ilustre antropólogo, etnólogo y arqueólogo P. José Miguel de Barandiarán, si bien fue concebido en México. “Sus padres, procedentes de la comarca vizcaína de las Encartaciones, huyeron del país centroamericano donde vivían por las severas medidas que puso en práctica el general Antonio López de Santa Anna, documenta el autor. De esta forma recalaron en el sur de Francia donde vivieron en una mansión de un tío de su madre. De allí regresaron a Gordexola, la localidad de origen de la familia, para asentarse finalmente en Portugalete”.
Alberto, como era llamado, estudió en los Jesuitas y luego en Barcelona donde se graduó como arquitecto. Cuando estaba en París perfeccionando sus estudios tuvo contactos con Gustave Eiffel. Tal vez entonces ambos se contagiaron de un espíritu creativo cuyos resultados se verían pronto. El vasco regresó a Bilbao para casarse, si bien su carácter itinerante le llevó siempre de un lado a otro. “Fue un soñador. Entre creativo e imaginativo, apunta su biógrafo. Bastantes proyectos suyos quedaron paralizados en despachos, cuyos ocupantes nunca alcanzaron a imaginar la magnitud de la obra que tenían entre manos”.
Obras son amores
Tres obras de este arquitecto se muestran en Madrid como modélicas: La Estación de Atocha, que superó el término de estación para convertirse en una obra de arte. Hoy es un lugar de ocio de singular belleza, una obra imperecedera. En el Parque del Retiro se alzan esbeltos dos palacios que invitan a soñar, el Palacio de Velázquez y el de Cristal. A pocos metros, el Banco de España, cuyos sótanos se deben a la pericia del arquitecto vizcaino.
“Sin embargo, su obra maestra es el Puente Colgante que comunica la dos orillas de la ría bilbaína. Lo hace de una forma física y también metafórica, ya que une la izquierda, donde estaban las minas y la zona obrera, con la derecha, donde estaba el capital. De Palacio luchó contra muchos enemigos para llevar a cabo este proyecto, sobre todo en su financiación. Acabó saliendo del Consejo de Administración del puente”.
Todos sus proyectos gozaron de extraordinarias dimensiones. Recordamos algunas de las que quedaron pendientes: Un monumento al Sagrado Corazón en lo alto de los montes de Bilbao, otro Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles, el Monumento a los Fueros Vascongados, el Monumento a Alfonso XIII y un Monumento a Cristóbal Colón en el Retiro en forma de esfera con un volumen de más de cuatro millones de metros cúbicos.
“Él siempre habló de europeizar Bilbao y propuso un plan de higienización de la ría que comprendía también la higienización de los asentamientos obreros, siguiendo el ideario profundamente religioso que poseía”.
Alberto de Palacio vivió la guerra civil en la villa Cristina Etxea, de Getxo. Falleció en mayo de 1939 y dicen que en parte murió de pena al ver cómo quedó su Puente Colgante tras la voladura que se llevó a cabo durante el conflicto bélico. Su cuerpo tuvo que ser transportado en un improvisado puente de gabarras hasta Portugalete, en la otra orilla. Su obra máxima no estuvo disponible para tal ocasión.