Arantxa Romero: «Imágenes poéticas en la fotografía española. Las visiones de Chema Madoz y Manuel Vilariño»
por Alberto García-Teresa
CENDEAC, 2015. 88 págs
Hace tiempo que sabemos que lo poético no se reduce al campo de lo verbal. Por ello, explorar el sentido poético de las fotografías de dos artistas excepcionales, como son Chema Madoz y Manuel Vilariño, resulta no sólo pertinente, sino necesario desde el punto de vista de ensanchar los horizontes y las perspectivas del lector de poesía.
Arantxa Romero, investigadora en Arte Contemporáneo y poeta ella misma, se adentra en esa labor combinando sus conocimientos literarios con su formación como historiadora del arte. El resultado es este trabajo, que aúna con lucidez, claridad expositiva, una sólida base teórica, una atenta observación de las obras y una mirada de conjunto, lo interdisciplinar y la Estética Comparada. Con todo, el volumen se resiente por la ausencia de imágenes que pudieran ilustrar y servir de referencia el análisis de Romero, y también se echa en falta una bibliografía.
Desde el análisis concreto de sus imágenes, Romero rastrea y reconstruye los mecanismos poéticos de las fotografías de ambos autores. Concluye que ambos apuestan por una “fotografía meditativa, producto de la transcripción de un contenido poético que se materializa en imagen a través de un mediador: el objeto o el animal”. Analiza, entonces, ese punto de partida, su impulso surrealizante, para precisar que los dos artistas se mueven en el terreno de la ensoñación, en la encrucijada de lo real y de lo imaginario. Arantxa Romero apela al carácter metafórico de las imágenes y a su capacidad de irradiación, y estudia por separado a cada uno de los dos fotógrafos.
Chema Madoz busca la mirada maravillada y admirativa para traducir la realidad, para construir nexos donde antes sólo existían intuiciones. Sus fotografías, al respecto, constituyen un compendio de correspondencias y consiguen que, en definitiva, Madoz se enfrente a la realidad con una actitud de indagación, no de reproducción.
En este estudio, Arantxa Romero explica cómo Madoz trabaja con la polisemia de los objetos al mismo tiempo que busca la concisión (decir lo máximo posible con los menores elementos disponibles); “la intensidad y la brevedad”, según formula ella. No en vano, califica a Madoz, parafraseando la autodefinición del propio artista, como “un escultor de poemas-objeto que trabaja desde el punto de vista de un fotógrafo” a través de, añade ella, “una poética de filiación surrealista que toma el útil cotidiano como catalizador de lo maravilloso”. Analiza el impulso surrealista de su proceso creador y el mecanismo con el que los objetos de Madoz operan y activan su capacidad de evocación, el cual podríamos reformular en: descontextualización, análisis funcional del objeto para un reposicionamiento como signo, resemantización del objeto con la exploración de semejanzas para finalmente, con esos nuevos nexos, construir una nueva realidad donde confluyen todos esos significados del objeto. Apostando por la ambigüedad, por las posibilidades que ofrecen los múltiples puntos de vista, el objetivo de Madoz, según Romero, “no es dar interpretaciones sino abrir sentidos”. Así, podríamos decir que este artista traza resonancias en objetos dispares que (nos) abren a un sentido nuevo y más amplio del mundo. A su vez, Romero analiza el funcionamiento de esa metamorfosis, la “mecánica de los objetos” de Madoz, remitiendo con insistencia a los procesos puestos en práctica por los surrealistas, y que sintetiza en tres: “desactivación de la realidad, resto irreal y partir de ello surrealidad”. Así, se ponen en marcha silepsis, metáforas y metonimias. Sus objetos resultan inesperados, ininteligibles, inidentificables, indescriptibles e inexplicables, y sólo pueden ser comprendidos, puntualiza Romero, dándoles un sentido poético.
En cuanto a Manuel Vilariño, Arantxa Romero concluye que “escribe poemas tanto con palabras como con la imagen y considera ambas artes un todo indivisible”. De hecho, para acercarse a él, insiste en la necesidad de contemplar su escritura poética como otra manifestación del impulso poético que mueve sus imágenes. Romero explica la “sistemática conjunción de dos elementos antagónicos en casi todas sus fotografías” y “la materialización fotográfica de algunos de los símbolos más emblemáticos de la filosofía”. Seguidamente, argumenta por qué podemos relacionar a Vilariño con la experiencia mística. En ese sentido, sus fotografías constituyen la materialización de “lo poético místico”. Romero recorre, entonces, los orígenes y el desarrollo del pensamiento del artista, al igual que la poética que encierra su concepto de “humus de la desaparición”, vertebral en su trayectoria. Vilariño, en síntesis, “crea una ensoñación cósmica que, mediante instantes de luz, evoca aquella cadencia telúrica”. Así, Romero interpreta su obra como “un inmenso canto a esa inmanencia perdida, es decir, estamos ante la visión de una enorme elegía al cosmos”.
De este modo, Arantxa Romero se acerca con una mirada amplia y perspicaz a las singulares fotografías de estos dos artistas, explorando su obra con una óptica poética (en tanto que busca más allá de lo evidente, más allá de lo superficial y de lo presentado). En última instancia, este brillante estudio permite ahondar en las posibilidades del hecho poético y en la imposible compartimentación del arte.