Ángel Padilla: «Camino»
por Alberto García-Teresa
Alicia Rosell, 2014. 142 páginas
El último poemario de Ángel Padilla, Camino, constituye una exaltación de la utopía libertaria, de la revolución, la cual supone la plasmación completa de la fraternidad, del respeto, del amor. La ubica en el presente, no como un anhelo, sino que escribe desde su realización. El poemario manifiesta ese nuevo mundo como culminación de un proceso, como conquista. Marcada por el idealismo, recoge una armonía universal, sin sometimiento, en la naturaleza de todos sus elementos entre sí (animales humanos y no humanos). El autor emplea símbolos para expresar esa victoria de la inocencia, de la autenticidad frente a la represión, al Orden (“el niño habrá hablado con el carcelero / y el carcelero con su corazón”). En ese sentido, el caballo, nuevamente, es el símbolo central de la obra, que representa la máxima expresión de la libertad y de la liberación. Igualmente, la primavera se convierte en un símbolo central, en alusión al renacimiento de la vida, de la eclosión de la revolución. También emplea la adscripción moral tradicional de las categorías clásicas (la elevación como realización, dignificación y culmen de la pureza). Asimismo, se extrae una lectura moral de lo físico (se canta a lo bello y se equipara con la liberación social). Con todo, Camino se apoya en la imaginería, en la potencia de las imágenes que, aunque se emplea con una formulación novedosa, no dejan de llevar el lastre de ser símbolos ya muy tópicos.
Existe, por su parte, una idealización de la naturaleza, a la que se adhieren valores éticos, en oposición a los antivalores de la ideología especista y productivista de nuestra sociedad. De fondo, planea su habitual concepción de la naturaleza como Gaia. El “yo” poético se funde con todo ello. No en vano, manifiesta una fuerte entrega vitalista comunitaria, de realización en el otro, de compleción en los demás, de radical empatía. Padilla expresa el bullicio de la vida que supone la proclamación de la alegría de la utopía alcanzada. En esencia, el amor resulta el meollo de todo ello. Se presenta como una herramienta subversiva, al desobedecer a la jerarquía y a la dominación; como un arma que desarticula y evidencia el absurdo de la ideología de la muerte de nuestra sociedad. De hecho, se resuelve que es la única vía posible para la paz y se convierte en una resistencia al militarismo. Así, aparece la estrategia revolucionaria por extensión de la concienciación y consta un llamamiento a la movilización. Sin embargo, sabe combinar esa convocatoria explícita con metáforas con alto poder de evocación, con lo que al poeta se mueve hábilmente en dos campos de lenguaje.
Puja un impulso irracionalista en los textos, aunque con menos virulencia que en su espléndido poemario anterior, Funerales de caballo. El autor emplea un verso libre, que se apoya en gran medida en los paralelismos, y logra un ritmo fluido, que se disloca puntualmente (con encabalgamientos y rupturas sintácticas) aunque de manera más comedida que en otras ocasiones.
Padilla entiende la poesía como canto, como expresión que permite una mejora moral, una condena moral del mundo y una vislumbre, como decía Benjamín, de la utopía. Utiliza un tono adecuado para ello, basado en la intensidad y en la emoción, que se distribuye en una alternancia de poemas breves y extensos. Camino consiste en una reafirmación de oposición a este mundo, ante el cual muestra un estado que lo supera; una afirmación antagonista. En suma, se trata de un poemario para seguir “creyendo en la construcción de un Nuevo Mundo desde el Amor”.