José Ignacio Montoto: «Tras la luz»
por Alberto García-Teresa
La Garúa, 2013. 72 páginas
Una propuesta poética pendiente de la fragilidad de la existencia, de lo efímero de la vida, es la que plasma José Ignacio Montoto en Tras la luz. Como queda bien señalado en el título, la luz constituye el hilo conductor del poemario. También el pretexto para detenerse en la observación que permite volcar en los versos imágenes estáticas, pequeños retratos que apuntalan lo fugaz, lo inasible, como es la propia luz. Porque no se trata este un libro “sobre” la luz, sino de lo que aparece “tras” ella.
Al respecto, la vista resulta el sentido básico que dirige los textos, evidentemente. Esto lleva al poeta a una actitud de expectación continua de lo que aún no le ha sido revelado (“busco / la clave que encripta / el lenguaje de lo no dicho”). Despliega una mirada indagadora, que trata de escrutar la realidad con un sentido trascendente. Sin embargo, la ensoñación y el espejismo aparecen como mecanismos que velan la realidad, que la atenúan, y que logran distanciar, entonces, esa aprehensión de lo inefable.
Se trata de una poesía depurada, que busca lo sutil del mundo (tal y como se manifiesta, por ejemplo, en las piezas que muestran una relación de pareja). Montoto emplea un registro sintético, que busca lo elíptico en ocasiones (la supresión de artículos camina en ese objetivo). Consigue imágenes de gran altura lírica y, de hecho, logra algunas estampas paisajísticas muy hermosas.
Por otra parte, hay que señalar que las distintas partes del volumen se denominan con el nombre de efectos y propiedades de la luz, que se explican sucintamente en el texto informativo que abre cada una de dichas secciones, y buscan dar unidad a un volumen que, sin embargo, agrupa piezas con una leve diversidad de tono.
Tras la luz recoge, por tanto, una aspiración de revelación desde una posición de umbral mediante una poesía evocadora y cincelada.