David Becerra Mayor: La novela de la no-ideología
por Alberto García-Teresa
Tierradenadie, 2013. 134 páginas
¿Qué tipo de narrativa se ha ido elaborando en los últimos en nuestro país? ¿Qué trasfondo político comparte? ¿A qué objetivos ideológicos responde? A estas cuestiones se acerca con seguridad David Becerra Mayor mediante un análisis minucioso en este libro. Becerra parte de que la literatura no es inocente ideológicamente, pues todo discurso contiene una carga ideológica. Primeramente, explora la falta de consenso en torno a la definición de “ideología”, y reivindica una vuelta a sus primeras concepciones para poder comprenderla con rigor. A este aspecto se dedica en una extensa introducción, que constituye, por sí sola, un excelente ensayo sobre Filosofía.
La conclusión que adelanta Becerra es que “toda forma de conflicto social, toda forma de discurso político […] ha quedado excluido de la novela”. Y es que “en la ideología del capitalismo avanzado se ha desplazado cualquier confrontación con el sistema”. Se produce, así, una “invisibilización” del conflicto socioeconómico, que opera a través de la extensión y la asimilación de la idea de una aparente ausencia de ideología, cuando, en verdad, lo que ocurre es que se reproduce la dominante; se asume como algo natural, usual, corriente. Esto se manifiesta en estas novelas en que, por ejemplo, “se resuelven los conflictos a través de una lectura de corte intimista, psicologista o moral, que terminan individualizando y deshistorizando radicalmente todos esos conflictos”. Es decir, se puede afirmar que los conflictos aparecen privatizados, dado que “los elementos externos –lo social, lo político– desaparecen a favor de una lectura desde el interior del sujeto […] [que] privilegia una lectura no-ideológica de la sociedad”.
La narrativa española contemporánea, a pesar de su diversidad formal, comparte una misma función ideológica “de forma inconsciente e independientemente de cuál sea su proyecto ideológico originario”. Sin embargo, excluye Becerra a un conjunto de narradores que están trabajando por una narrativa crítica, antagonista (Belén Gopegui, Isaac Rosa, Eva Fernández, Marta Sanz, Alfons Cervera, Felipe Alcaraz o Matías Escalera Cordero). De esta manera, analiza las obras de Antonio Muñoz Molina, Ray Loriga, Almudena Grandes o José Ángel Mañas. Becerra permite que los textos hablen por sí mismos; deja que su interpretación discurra fluidamente una vez son expuestos desnudos pasajes (muy ilustrativos) de estos libros. Así, se descubre cómo estas novelas reflejan la construcción capitalista del mundo actual como “un universo social sin conflicto ni contradicciones”, marcadamente individualista en todos los niveles: los problemas sentimentales son el centro narrativo, se elude el acercamiento con perspectiva histórica o social a favor de lo subjetivo, se construyen las tramas como una búsqueda de la autoafirmación y de la autorrealización, artificialmente separadas del medio social en el que esos personajes viven… La incertidumbre y el escepticismo radical, en detrimento de los conceptos de veracidad u objetividad son otras de las características de esta narrativa. Así, se despliega un debilitamiento de la noción de realidad, que surge, formalmente, al introducir la inmersión de lo real en la ficción (mediante autores-narradores que son a su vez personajes, por ejemplo). Igualmente, ahonda en los mecanismos de ficcionalización (y pérdida de veracidad) de la Historia y de reescritura del pasado al reducir los acontecimientos a meras pulsiones individuales. A ello contribuye la metaliteratura (con su consiguiente exclusión de la coyuntura histórica, de lo externo), que es un tema y un procedimiento literario recurrente en estas obras. Todos estos mecanismos son señalados por Becerra, que realiza, así, un rico ejercicio hermenéutico.
En suma, La novela de la no-ideología se trata de una obra reveladora, realmente necesaria para mirar con otros ojos nuestra literatura y nuestro mundo.