Begoña Abad: «Cuentos detrás de la puerta»
por Alberto García-Teresa
Pregunta, 2013. 248 páginas
Casi 80 microrrelatos componen el primer volumen de narrativa publicado por la poeta Begoña Abad (Villanasur de Oca, Burgos, 1952; autora de La medida de mi madre, Cómo aprender a volar, Musarañas azules en Babilonia o Palabras de amor para esta guerra). A pesar del cambio de género, en estos cuentos se evidencian también los impulsos, los espacios y los registros que configuran sus versos y que han otorgado unas claras señas de identidad a su obra.
La dedicatoria que abre el volumen, no en vano, delimita muy bien el terreno de estos textos: «Especialmente a las mujeres que escriben detrás de tantas puertas», señala la autora. De esta forma, se hace patente la perspectiva feminista, de resistencia frente a las puertas cerradas de la sociedad patriarcal. La escritura se presenta, entonces, como acto de libertad, de realización y de afirmación, pero que debe quedar relegado a la clandestinidad, a poder ejercerse sólo detrás de la puerta, del espacio en el cual la mujer ha sido sometida y relegada; el hogar. Surge, así, la función subversiva de la propia acción de escribir, pues se lleva a cabo en contra de los convencionalismos y de las normas sociales. Pero aún así la autora no desiste, sino que continúa con ella con tenacidad.
Los cuentos de este libro también hablan de ese lugar en el cual la mujer ha sido encorsetada debido a las relaciones de dominación. La perspectiva feminista siempre está presente, y los protagonistas suelen ser mujeres o bien estas son el centro de las tramas, que manifiestan esa posición de subordinación, esa situación de opresión, de manera más o menos crítica, según se ponga el peso en el retrato o en la desarticulación de discursos. Por eso aparece la mujer rebelde, segura, que decide seguir su camino a pesar de la condena social, y que ocupa entonces el papel de dominadora.
Sin embargo, el conjunto del volumen apunta más a un enfoque rehumanizador, respetuoso con la dignidad y con la vida de todas las personas. En ese sentido, Abad plantea una reivindicación de la hospitalidad, de la ternura, las cuales surgen cuando se eluden los roles sociales. Al respecto, el comportamiento de los varones es paradójico, desconcertante, pues, a pesar de sus actitudes machistas, la autora tiene la convicción de la fortaleza de la bondad, del humanismo.
Se sitúan las historias en un marco urbano, generalmente. Reconstruye la cotidianeidad del trabajo doméstico y del cuidado de los otros, y por ello aparecen muchas referencias a la tarea de cocinar y de limpieza. El mundo se enuncia en esos términos, o bien a través de metáforas construidas con sus campos semánticos, o bien son sólo parte del escenario y de la ambientación de los cuentos. En cualquier caso, lo cierto es que su presencia resulta constante en estas piezas.
Con todo ello arma los cuentos Begoña Abad. Los microrrelatos están bien trabados, son narrados con fluidez y eluden el quiebro sencillo y la evidencia (que aparecen muy puntualmente). A veces, juega con la perpectiva o se producen ecos entre las historias, que construyen réplicas y variantes de sí mismos o de algunos de sus motivos a lo largo de todo el volumen. Por otra parte, en ocasiones, los relatos funcionan mediante guiños metaliterarios y necesitan del reconocimiento de personajes ya existentes por parte del lector para poder ser comprendidos.
De esta manera, Begoña Abad consolida su coherencia y su propuesta literaria y política.