María Ángeles Maeso: ¿Quién crees que eres yo?
por Alberto García-Teresa
72 páginas. Huerga & Fierro, 2012
Toda la obra de María Ángeles Maeso se puede sintetizar en una pulida proclamación de la dignidad del ser humano, en una búsqueda de quién se la ha arrebatado para poder señalarlo y, en definitiva, para tratar de recuperarla. Ese proceso Maeso lo realiza en una condición de igualdad con las víctimas, sin impostura, puesto que al «yo» también se la han hurtado.¿Quién crees que eres yo? posee un registro más desasosegante que su precedente, Basura mundi. Así, Maeso recupera el tono de Trazado de la periferia o El bebedor de los arroyos. Si en el citado Basura mundi la autora se escoraba algo más hacia lo referencial, ¿Quién crees que eres yo? vira hacia mayores cotas de evocación. Se trata, en cualquier caso, de un volumen áspero, donde la soledad constituye el sentimiento predominante.
El centro del poemario, como muy bien expresa el título (que recupera una pregunta insistente de la madre de la poeta, afectada por el mal de alzheimer), es la identidad, que siempre ha constituido uno de los ejes de su escritura. Esa identidad se contempla desde un punto de vista individual pero también colectivo, pues se hace patente una conciencia de clase de los oprimidos, de los excluidos; de los que alimentan a la otra mitad del mundo con su trabajo. Maeso aborda una identidad que se desmorona porque se desmorona la Historia, la memoria. Sin identidad desaparece la especificidad humana, su dignidad («fui persona y lo recuerdo»). Sin embargo, late y vence la esperanza; una esperanza movilizadora, que alienta la insumisión.
Otro de los conceptos fundamentales de toda la obra de esta autora es la periferia. Consiste esta en un espacio que trata de mantener la dignidad frente a la exclusión, que se opone a lo céntrico. No se lo ubica en un contexto urbano, sino también un plano social y, como de hecho incide en concreto este libro, en lo rural (dada la actual composición de la sociedad). Así, en ¿Quién crees que eres yo?, los referentes campesinos son constantes. Aparecen plasmados sin nostalgia pero sí con una pátina de constatación de abandono que, a pesar de ello, no renuncia a continuar explorando las vetas de vitalidad que pudiera encontrar en ella.
Nuevamente, como en todos sus libros anteriores, Maeso vuelve a emplear expresiones recurrentes a lo largo de todo el volumen, que le dan cohesión (a pesar de la unidad de tono ya existente en el poemario). Con ellas, asimismo, consigue establecer un diálogo muy particular entre todos los textos, que proyectan ecos entre sí.
Destaca una constante tensión metafórica en la poesía de María Ángeles Maeso. En sus versos, prima la resonancia frente a lo explícito. La escritora consigue ese alto nivel de evocación mediante un salto continuo de la realidad inmediata a un campo lírico vastísimo en el cual juega un papel fundamental la naturaleza para la confección de símbolos (con elementos pequeños especialmente). En ese sentido, contiene este libro una mayor presencia del paisaje y de la naturaleza que en poemarios anteriores. La conexión con lo agrícola y con lo rural lo requería. Se trata de una naturaleza castellana, agreste, que rodea la vida del ser humano, y que supone la base de las alegorías de la poeta. Además, en la observación atenta de la naturaleza encuentra Maeso claves que explican el funcionamiento de la sociedad, el comportamiento de las personas. Ese movimiento entre ambos planos resulta uno de los ejes del libro y una de sus más logradas herramientas. Asimismo, va disponiendo referentes reconocibles que constituyen puntos de anclaje y ubican con claridad el entorno socioeconómico al que alude Maeso. Por ejemplo, realiza un recorrido crítico por la historia de su tierra, Soria, sin perder potencia lírica ni agudeza reveladora. Sobresale, al respecto, el enfoque anticlerical y el profundo canto antiautoritario que supone.
Por su parte, realiza un uso magistral de la metonimia y de la metáfora. Emplea también imágenes surrealistas, contradicciones y paradojas, que inciden en la materialidad. Dispone asociaciones desconcertantes en ocasiones, que ligan campos semánticos dispares y que manifiestan la relación violenta del entorno, la disarmonía de la realidad. La elipsis y la intensidad es el catalizador de todo ello. Además, plantea la belleza estética como una herramienta de resistencia.
Y es que Maeso insiste en lo cotidiano de la resistencia, en la insumisión a la muerte. La lucha contra la demencia, contra el olvido, se sitúa en esa línea, y adquiere una resonancia especial al ser insertada en ese combate contra las políticas deshumanizadoras, alienantes, criminales. Maeso impulsa la liberación interior, el abandono de imposiciones. Canta, entonces, a la inminencia de la vida, gozando de su potencia, de lo que va a germinar. En ese sentido, realiza una exaltación de lo esencial, un canto a lo sencillo, a lo humilde, frente a lo superfluo, la falsedad y la apariencia de la lógica mercantilista.
Suele explicar la autora, continuando las palabras de Alberti, que el poema nunca puede perder el temblor. En ese sentido, ¿Quién crees que eres yo? consigue mantener ese temblor, esa tensión estética, pero también emocional, ese estremecimiento ante el destello retórico y ante la ternura y el sufrimiento, sin rebajar la altura de un profundo grito a favor de la humanidad, de la vida, de la dignidad. María Ángeles Maeso continúa enseñándonos, con tesón, humildad y constancia, cómo lograr una poesía de la conciencia crítica que no renuncie ni a la indagación ni a la exigencia formal; una poesía que hable del «nosotros» mirándonos a los ojos.