David Meza: «El sueño de Visnu»
por Alberto García-Teresa
El Gaviero, 2012. 102 páginas
El mexicano David Meza (1990) posee una voz joven pero vigorosa. Comparte una poesía desbordante, de raíz experimental, que despliega imágenes de gran potencia, movidas por impulsos irracionalistas. En su primera obra, El sueño de Visnu, demuestra una gran capacidad imaginativa y mucha habilidad para mantener la tensión poética.
Se trata la suya de una práctica poética extraordinariamente inquieta y fértil, que busca la renovación de la palabra y también del ser humano. Con una gran intensidad, parte de un anhelo existencial, y el poema se va trenzando con una fabulosa biografía imposible. En ese sentido, se mueve con aliento cósmico, a través de referentes astronómicos, y precisamente la biografía hace posible el anclaje con lo concreto, con lo humano, en ese deslumbrante entramado textual que gira en torno a lo astrológico. Así, constituye el extremo de una línea que asciende hasta la inmensidad.
Extrae lo maravilloso de la realidad y lo potencia, lo extrema, lo dota de una nueva dimensión. Se acumulan las asociaciones asombrosas, las imágenes sorprendentes, relacionadas mediante una lógica onírica, compuestas por elementos imaginarios.
A su vez, plantea una subversión del tiempo, o una nueva dimensión de él, que ya no sería lineal sino conceptual. «El tiempo no existe. Y si existe no quiero saber nada de él», repite.
Esa es su apuesta: fracturar lo posible con su imaginería. Ese es su impulso. De hecho, su poesía es consciente de su potencia, y por eso no se queda en lo cercano sino que aspira a los maximalismos; aspira a la creación de la realidad hasta el punto de querer codearse con el Creador. No en vano, señala: «Un hombre no poetiza al mundo, sino que desmundiza el poema que es el mundo»; «un poeta no resignifica las palabras. Un poeta resignifica la tierra, el agua, la noche, la luz».
Por todo ello, El sueño de Visnu resulta un poemario excepcional; una obra memorable.