Sara Herrera Peralta: «Hay una araña en mi clavícula»
por Alberto García-Teresa
La Garúa, 2012. 72 páginas. ISBN: 978-84-940575-1-9
Emplea Sara Herrera Peralta, autora de los poemarios La selva que caí, De ida y vuelta, Sin cobertura, Provocatio, Shock y Mamá era Ilsa Lund al principio de todo, en esta obra una voz inquietante, que alude al dolor, al miedo, al desamparo con un registro, a veces, cercano a lo alucinatorio. Parte de espacios y relaciones cercanas, como la autobiografía o la familia, siempre desde una explícita (e irrenunciable) perspectiva femenina, que se torna en reivindicación feminista al denunciar la supeditación al varón y la consecuente anulación resultante. De hecho, el diálogo y las vivencias con los abuelos del «yo poético» constituyen la columna vertebral de todo Hay una araña en mi clavícula. En concreto, las piezas más centradas en ese ámbito se hayan especialmente atravesadas por la ternura y la admiración, también por el tesón ante las dificultades. Al respecto, en los versos se cuela la realidad de la emigración y la precariedad laboral (que vive la propia poeta gaditana, alojada en Francia), aunque, en esta ocasión, frente a libros precedentes, aparece más tamizada por la fuerza de la atmósfera de los poemas. Además, esta perspectiva permite ahondar en el cariño, puesto que la distancia redimensiona el amor.
Por otro lado, la parte de la obra denominada “Pájaros para volar” agrupa poemas de enunciados donde se deja mayor espacio a la sugerencia, aunque abunda un tono que posee cierta asepsia, donde sobresale la pesadumbre, pero que se enmarca en las coordenadas del resto del libro. En ella, se elimina todo el apego familiar y casi humano (aunque también aparecen personas: mujeres siempre; en especial, abuelas). De hecho, recupera uno de los registros que más ha empleado en sus poemarios anteriores. Se revela entonces una voz grave, que aborda la desolación y la muerte con la serenidad de la costumbre.
A través de ello, la autora construye una reflexión existencial («se tiene miedo al miedo de no estar») que se concreta mediante constantes y reiterativas alusiones al cuerpo humano, dándole materialidad a la angustia y al desconcierto. A su vez, es sólo comparándose con otras personas como el «yo» manifiesta su debilidad: «los más fuertes / no deberían caer nunca: / a los débiles nos destruyen». También, la figura de la araña aparece recurrentemente, y dota de unidad al volumen.
En definitiva, los textos de Hay una araña en mi clavícula recogen la conciencia del paso del tiempo de una manera compleja, áspera («el tiempo es como ese jarrón rehecho / con pegamento y piezas, por si acaso»). Se trata, en suma, de un poemario interesante, que maneja bien el pulso del lenguaje poético.