Nuria Ruiz de Viñaspre: Órbita cementerio
por Alberto García-Teresa
Ahondando en el registro que notablemente esgrimió en su anterior Tablas de carnicero, Nuria Ruiz de Viñaspre presenta un nuevo poemario en el que desentraña sin concesiones lo que sostiene nuestro mundo.
Órbita cementerio se trata de una obra sobresaliente, muy coherente, que hace de su lenguaje expresionista y de la fuerza de su imaginería su principal ariete contra una visión complaciente del presente y del futuro. De esta manera, Ruiz de Viñaspre consigue con acierto construir un poderoso universo propio de enorme tensión poética. De hecho, según Agustín Calvo Galán, «libro tras libro, Nuria Ruiz de Viñaspre va construyendo, desde una óptica muy original, una serie inagotable de trenzados temáticos sobre los que escribe y explica el mundo paradójico que nos rodea».
Para ello, en este volumen la poeta utiliza los campos semánticos de la astronomía, de la astrofísica y del cementerio y del cuerpo torturado, así como referencias bélicas. La mayoría de ellas, en cualquier caso, poseen connotaciones violentas. También emplea imágenes surrealistas de gran fuerza: «existían bañeras boca arriba que zarpaban / con ballenas muertas / y sus mujeres durmiendo boca abajo»; «el cielo en su propia loma / sufre pestes de tornillos que son dedos». Al respecto, destacan aquellas en las que une lo mecánico y lo orgánico, con lo que logra transmitir una desasosegante sensación: «chatarra de calcificados huesos mordidos por bestias». Además, la facilidad de la empatía ocasionada al emplear referentes del cuerpo humano dispara en el lector la angustia y lo desagradable: «igual somos una fábrica de huesos convexos / aquel taller de sección de muñones / que testifica a diario la cuchilla que nos abre».
De este modo, dota de unidad al conjunto de textos del volumen, en el que no utiliza ni mayúsculas ni signos de puntuación y que se cierra con una serie de poemas en prosa.
Ruiz de Viñaspre identifica e iguala al ser humano y al espacio, y viceversa. Así, emplea la astronomía como alegoría de la sociedad y de nuestra propia naturaleza: «las galaxias son como nosotros / nubes de gases que tienden por inercia / a devorarse unas a otras». Por tanto, el concepto de «órbita cementerio» del título se refiere a nuestro mundo: «a dos mil kilómetros por encima de la tierra / tan solo somos ancianas órbitas». Fuera de la conciencia terrestre, yacemos, vivimos vagando. De igual modo, también se puede leer una crítica literal a la basura espacial, consecuencia de una ideología expansionista. En ese sentido, dicha basura espacial supone la máxima expresión de la sociedad de consumo y de la ideología que la sostiene, que necesita «externalizar» los daños y costes ambientales y sociales para obtener el menor precio de venta y la conciencia tranquila (y bien dispuesta para una nueva compra) del consumidor. Sin embargo, hábilmente, la autora elude toda referencia concreta, con lo que gana en profundidad y generalización su denuncia. Por tanto, no ataca una serie de hechos, acontecimientos o políticas concretas, sino toda una mentalidad. Por otro lado, introduce una interiorización sentimental del devastado exterior a través del «yo poético». Al respecto, Órbita cementerio posee una sección completa que habla desde el «yo poético», y en la que abandona la descripción general que constituye el registro más utilizado en el libro.
De esta manera, plasma una concepción muy desesperanzada del ser humano («gran parte de nosotros es basura»), que se encuentra arrasado por el egoísmo, el odio y la incomunicación: «si acaso fuéramos solo eso / esferas de carne putrefacta / sin arterias umbilicales». No en vano, remarca los vínculos que mantenemos con los otros animales, aunque incide en la bestialidad, en la violencia, y desde ahí lleva a cabo un acercamiento original y coherente al sexo. También, comparte una desoladora percepción del futuro: «Es demasiado tarde para ser pesimistas / vivimos en un sistema de bestialismo (…) // los lobos que no somos seducen a la mitad del hombre que somos». En ese sentido, nos sitúa en la inminencia del desastre: «el mundo está a punto de explotar»; «los barcos están naufragando / y nos cercan como el tiburón / cerca el charco de sangre». Sin embargo, ella se propone desobedecer a esa inercia y a ese destino: «porque aunque nuestros cuerpos / estén acuñados para el dolor / yo solicito mi daga para acunar mi herida».
En definitiva, Órbita cementerio resulta un excelente y cohesionado poemario, duro e intenso, que despliega un lenguaje de destacada potencia y que muestra la gran habilidad para esgrimir la tensión poética de Nuria Ruiz de Viñaspre.