Louis Althusser (et al.): «Escritos sobre el arte»
por Alberto García-Teresa
Ed. Tierra de nadie, 2011. 232 páginas
Este conjunto de textos, hábilmente ordenados y seleccionados, pone de manifiesto la evolución y maduración del pensamiento de Althusser y de su círculo, en un exigente proceso de indagación intelectual, acerca de la Teoría del Arte y de la Teoría de la Literatura. De esta manera, el volumen trata de encontrar respuesta al funcionamiento y a los mecanismos del arte, el teatro y la literatura dentro de un sistema de pensamiento materialista y un contexto de lucha de clases. De ahí la importancia del trabajo preliminar de Aurelio Sanz Pezonaga, responsable de la edición de la obra, ya que contextualiza, compara y desarrolla los conceptos aportados por Louis Althusser, Étienne Balibar, Pierre Macherey y Warren Montag dentro de su tradición.
Muchos de los textos recogidos arrancan abordando aspectos puntuales muy concretos, casi circunstanciales (cartas, análisis de obras particulares, de exposiciones), pero pronto desbordan esas intenciones para ofrecer reflexiones teóricas generales.
En ese sentido, se incide en la condición histórica de la obra artística, independiente de la intención del autor: «Paradójicamente, sólo cuando abandonamos la noción de autor como origen, podemos comenzar a estudiar las maneras históricamente determinadas en las que los individuos son ‘reclutados’ e interpelados en tanto que autores por los diferentes aparatos ideológicos y represivos», escribe Montag. Sin embargo, él mismo añade que «el conocimiento de un artefacto dado no se limita a las condiciones históricas de su emergencia (…). La obra es incompleta e interminable (…). El hecho de que, en cierto sentido, las obras literarias no estén nunca completados no impide el desarrollo de un conocimiento riguroso de las mismas, del mismo modo que el hecho de que la evolución continúe no es un obstáculo para la biología».
Se presta también atención a la recepción de dichas obras (a las subjetividades que las observan o leen). No en vano, como señala Sanz Pezonaga en el estupendo y extenso estudio preliminar, quien a su vez realiza un buen trabajo de crítica textual, «la posición más potente de Althusser respecto del arte ha de situarse al nivel del teoría de la lectura (…). Lo primordial no sería entonces saber qué es el arte sino saber qué problemática de la recepción de la experiencia o del conocimiento del arte determina nuestra aproximación a las realidades denominadas ‘artísticas’». Así, expresa la necesidad de recuperar el rigor (y también el placer) de volver a leer las fuentes directamente.
En cualquier caso, se analizan las consecuencias, las implicaciones y las distintas maneras en las que se produce el inevitable efecto ideológico que la obra de arte comporta.
La obra aborda, en esencia, el complejo asunto de las relaciones entre arte e ideología. En palabras de Althusser, el arte «no nos da en sentido estricto un conocimiento, no reemplaza, por tanto, al conocimiento (en el sentido moderno: el conocimiento científico), pero, sin embargo, lo que nos da mantiene una cierta relación específica con el conocimiento (…). Lo propio del arte es ‘darnos a ver’, ‘darnos a percibir’, ‘darnos a sentir’ algo que hace alusión a la realidad (…). Lo que nos da en la forma del ‘ver’, del ‘percibir’ y del ‘sentir’ (que no es la forma de ‘conocer’), es la ideología de la que nace, en la que se baña, de la que se aparta en tanto que arte y a la que alusión».
Por eso, indica Althusser, «un gran artista no puede no tener en cuenta, en su obra misma, en su disposición o su economía interior, los efectos ideológicos necesariamente producidos por su existencia. Que esta asunción sea perfectamente lúcida o no lo sea es otra cuestión. En todo caso, sabemos que la ‘consciencia’ es segunda, incluso cuando piensa desde los supuestos del materialismo su posición derivada y condicionada».
Además, Balibar y Macherey, especialmente, inciden en la base material de la literatura, en la existencia de «una forma material de funcionamiento de la literatura inserta en un proceso que la literatura no puede determinar por sí sola aunque le sea indispensable». Concretamente, Macherey, a su vez, hace un recorrido histórico del concepto marxista de «reflejo» y sus distintas aproximaciones y aplicaciones y que, en última instancia, supone un análisis teórico en profundidad de la relación entre arte y realidad. Destaco, al respecto, la conclusión de Luckács recogida: «Aquel que insiste en dirigir la evolución de los personajes no puede ser ni un verdadero realista ni un escritor importante». Si bien, «examinada de manera concreta, la relación entre el arte y la realidad no es una asociación mecánica entre dos órdenes, externo el no al otro, que ponemos juntos para poder localizar su concordancia; más bien, es el desarrollo de un proceso conflictivo interno a la realidad misma». Así, Macherey manifiesta la complejidad del tema y proclama la imposibilidad del análisis completamente objetivo y autónomo de literatura sin conectarla con otros elementos de la realidad y, al mismo tiempo, indica que no se puede estudiar el arte mediante una comparación entre contenido y forma. De hecho, resuelve que «la literatura refleja la realidad, en primer lugar, porque se efectúa sobre una base real (…). La implicación de la literatura en la realidad no depende de una causa formal (semejanza), sino de una causa real que es la determinación material dentro del conjunto de las condiciones concretas que constituyen la realidad social de un periodo histórico».
En resumen, Escritos sobre el arte resulta un libro muy estimulante (sobre todo los textos de Althusser) de plena vigencia y que vuelve a poner sobre la mesa cuestiones que son eludidas con significativa frecuencia en los análisis culturales actuales.